Del encierro al protagonismo político: el giro inesperado de Jeanine Áñez en Bolivia

La liberación de la expresidenta interina reabre el debate sobre el 2019, el fraude electoral y el supuesto golpe de Estado que fracturó Bolivia

Un capítulo más en la convulsa historia política de Bolivia

La política boliviana volvió a acaparar titulares internacionales tras el sorpresivo fallo del Tribunal Supremo de Justicia que anuló la sentencia de 10 años de prisión contra la expresidenta interina Jeanine Áñez. Tras más de cuatro años tras las rejas, Áñez abandonó la prisión de mujeres de Miraflores el jueves 30 de octubre del 2025, ondeando la bandera boliviana entre lágrimas y vítores.

Es como volver a la vida”, declaró emocionada, reivindicando su breve pero intenso paso por la presidencia en 2019, y asegurando que nunca lamentará “haber servido a su país cuando más lo necesitaba”.

El origen de todo: crisis electoral y caída de Evo Morales

Para entender la liberación de Áñez, es necesario retroceder al convulso 2019. Tras las elecciones presidenciales en las que Evo Morales obtuvo la victoria para un cuarto mandato consecutivo, la Organización de Estados Americanos (OEA) denunció irregularidades “graves” en el proceso electoral. La respuesta nacional fue inmediata, con manifestaciones masivas que desembocaron en un caos político y social.

El saldo: 37 muertos durante los disturbios, renuncia de Morales —quien partió al exilio— y un vacío de poder que la entonces senadora Jeanine Áñez llenó en calidad de presidenta interina.

El Movimiento al Socialismo (MAS), partido liderado por Evo Morales, siempre calificó ese paso como un “golpe de Estado”. La oposición, por el contrario, argumentaba que Áñez ocupó el cargo como una medida constitucional necesaria.

Jeanine Áñez, de la presidencia a la prisión

En marzo de 2021, Áñez fue arrestada bajo cargos de “terrorismo, conspiración y sedición”. Pasó más de dos años sin juicio, hasta que en junio de 2022 fue condenada a 10 años de prisión. La reacción nacional e internacional fue mixta: mientras algunos aplaudían la lucha contra la impunidad, otros denunciaban una persecución política.

A lo largo de su detención, los organismos de derechos humanos como Human Rights Watch y Amnistía Internacional cuestionaron la legalidad de su procesamiento, alegando que debía ser juzgada mediante un juicio político y no penal.

Durante su encarcelamiento, enfrentó problemas de salud y, en múltiples ocasiones, realizó huelgas de hambre para denunciar su situación judicial.

El fallo que lo cambió todo

El fallo del Tribunal Supremo que anuló su condena establece que sus acciones fueron justificadas “por un estado de necesidad constitucional orientado a preservar la continuidad institucional del Estado boliviano”.

Este pronunciamiento judicial representa el giro más significativo en torno al debate del “golpe de Estado” vs. “fraude electoral”, un binomio que ha dividido a Bolivia desde 2019.

¿Fin del relato del golpe de Estado?

El apoyo de los magistrados a una interpretación más institucional de lo ocurrido podría suponer un declive en el discurso promovido por Evo Morales y el MAS, quienes durante años insistieron en que Jeanine Áñez lideró un levantamiento antidemocrático.

El monstruo tuvo que irse para que se reconociera que no hubo golpe, sino fraude”, expresó Áñez al salir, refiriéndose a lo que muchos consideran fue una judicialización impulsada por intereses del MAS.

Una liberación con impacto político inmediato

La liberación de Áñez sucedió apenas tres días antes de la toma de posesión del presidente electo Rodrigo Paz, quien rompió una hegemonía de casi 20 años del MAS. La invitación de Paz a Áñez para asistir a la ceremonia es una señal clara de un giro político, no solo institucional, sino narrativo.

Áñez podría convertirse en un ícono para sectores conservadores o moderados, que ven en su historia una injusticia judicial devenida del abuso del aparato estatal con fines partisanos.

El contexto latinoamericano: la prisión como herramienta política

El caso de Jeanine Áñez no es un tema aislado. En América Latina, la judicialización de gobiernos y opositores ha sido una constante: desde la prisión de Lula Da Silva en Brasil hasta los juicios contra Pedro Castillo en Perú.

¿Estamos ante un patrón donde los cambios de poder conllevan represalias judiciales contra el régimen saliente? Algunos analistas creen que sí: la falta de tribunales verdaderamente independientes y la debilidad de las instituciones democráticas crea ese círculo vicioso.

El politólogo boliviano Gonzalo Galván explicó en una entrevista para El Deber: “La cárcel es la nueva trinchera política. El problema es que esto debilita la democracia y genera desconfianza entre la ciudadanía”.

El papel de la comunidad internacional

  • La Comisión Interamericana de Derechos Humanos había advertido sobre irregularidades en la detención y proceso contra Jeanine Áñez.
  • El Parlamento Europeo adoptó una resolución en julio de 2022 solicitando su liberación, apuntando que no debía ser enjuiciada penalmente sino mediante juicio de responsabilidades.
  • Organizaciones como Amnistía Internacional criticaron el uso prolongado de detención preventiva, citando estándares internacionales como el derecho a ser juzgado en plazos razonables.

Jeanine Áñez: ¿regreso o retirada?

A pesar de haber quedado libre y sin causas pendientes en tribunales ordinarios, el futuro político inmediato de Áñez genera incertidumbre. Algunos sectores desean verla como figura de unidad frente a un MAS fracturado, mientras otros sugieren que su tiempo en política ya pasó.

Una encuesta de Ciesmori de octubre de 2025 reveló que un 48% de los bolivianos consideran a Áñez una víctima de persecución política, mientras que un 32% la ve como “culpable de romper la institucionalidad”. El resto se declaró indeciso.

Carolina Rivera, hija de Áñez, declaró que su madre se encuentra “muy debilitada físicamente”, aunque no descarta una eventual carrera política o al menos un rol de liderazgo moral.

2019: el año que nunca se cierra

Los hechos del 2019 continúan marcando la vida política boliviana como una grieta profunda. A día de hoy, aún no hay justicia clara para las víctimas fatales de ese año, ni consenso sobre qué fue lo que realmente ocurrió a nivel institucional.

Lo que está claro es que la historia oficial está reformulándose, y que la narrativa del “golpe de Estado” ya no es unánime. Con una nueva administración en La Paz y la presencia de una Áñez libre en la escena pública, es posible un nuevo ciclo de reconciliación, o de nuevos enfrentamientos discursivos.

Una señal para el resto de América Latina

La situación de Jeanine Áñez no es solo importante para Bolivia. En otras democracias jóvenes o frágiles de la región, el caso puede interpretarse como un aviso: la justicia no debe ser herramienta de revanchismo, sino de equilibrio y verdad.

Como expresó Áñez en su salida: “La lucha no fue solo mía, fue por la democracia”. Una frase que, independientemente de las ideologías, resuena en una América Latina que sigue lidiando con la pregunta esencial: ¿cómo construir una democracia cuando la justicia es selectiva?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press