El rechazo texano a los impuestos: ¿una crisis de confianza en los gobiernos locales?

Texas se inclina por recortes fiscales y frena aumentos de impuestos propuestos por ciudades y distritos escolares. ¿Está el estado ante un nuevo paradigma fiscal impulsado por el desencanto público?

Los resultados de las elecciones locales realizadas esta semana en Texas marcaron una clara tendencia: los votantes están perdiendo la paciencia con los aumentos de impuestos, incluso cuando estos están destinados a financiar servicios públicos clave como seguridad, infraestructura y educación. En una oleada de decisiones ciudadanas, más de la mitad de las propuestas para aumentar impuestos fueron rechazadas por el electorado texano, una cifra que revela no solo el deseo de alivio fiscal, sino también una creciente desconfianza hacia la gestión pública.

El caso Austin: símbolo de un descontento más amplio

El ejemplo más emblemático de esta tendencia se vivió en Austin, una de las ciudades más progresistas y prósperas del estado. Allí, los votantes dijeron 'no' a una propuesta que habría elevado los impuestos en un 20%, con el objetivo de recaudar 110 millones de dólares para cerrar un déficit presupuestario de 33 millones, mejorar la seguridad pública, abordar la crisis de personas sin hogar y reformar parques urbanos. Para el propietario promedio de una vivienda en Austin, esto se habría traducido en pagar $303 adicionales al año.

Pero los ciudadanos no solo rechazaron la subida, sino que enviaron un mensaje claro al Ayuntamiento: “No confiamos en cómo están manejando el dinero.”

“Ellos (los funcionarios municipales) quieren seguir la fiesta y están enviando la factura a los contribuyentes. Por primera vez, los contribuyentes devolvieron la factura y dijeron ‘no’”, dijo Matt Mackowiak, fundador del grupo conservador Save Austin Now.

Este rechazo se produce poco después de que Austin aprobara otras subidas de impuestos en los últimos años, incluida la de 2018 para el proyecto de transporte público Project Connect, que ahora sufre retrasos y sobrecostes millonarios. Además, el condado de Travis volvió a aumentar impuestos este año para cubrir daños provocados por inundaciones recientes. La acumulación de estos gastos ha generado frustración entre quienes sienten que no están recibiendo una compensación equitativa por lo que pagan.

Del entusiasmo fiscal al freno ciudadano

Este nuevo ciclo de rechazo contrasta de forma rotunda con lo que ocurría hace apenas una década. Según la Texas Taxpayers and Research Association (TTARA), entre 2006 y 2019 se llevaron a cabo 751 elecciones distritales proponiendo subidas de impuestos escolares, con una aprobación del 80% en aquel entonces. Los votantes eran, en general, más receptivos a incrementar su carga fiscal si eso suponía mejor educación o infraestructura.

Sin embargo, este martes se celebraron 44 votaciones similares. Más de la mitad fracasaron. Para Genevieve Collins, directora de la organización conservadora Americans for Prosperity-Texas, ese giro es significativo:

“Los contribuyentes claramente dijeron ‘basta, no tenemos más dinero para dar’”.

Una ola de rebajas fiscales: ¿pan para hoy y hambre para mañana?

Mientras se rechazan subidas, los votantes texanos mostraron entusiasmo abrumador por iniciativas destinadas a recortar impuestos. Las propuestas para reducir las tasas sobre proyectos escolares o propiedades comerciales fueron aprobadas con amplio margen. Este respaldo coincide con el empuje liderado por Paul Bettencourt, senador republicano de Houston, quien ha estado promoviendo iniciativas para congelar o reducir ingresos fiscales locales.

En paralelo, el estado ha asignado 51 mil millones de dólares para subsidiar impuestos escolares en los próximos dos años. Sin embargo, existe preocupación de cómo lograrán mantener estos subsidios de continuar una desaceleración económica estatal.

Cuando el recorte tiene consecuencias

El dilema que enfrenta Texas recuerda el eterno debate: ¿es sostenible seguir reduciendo ingresos fiscales mientras se incrementa la demanda de servicios públicos? Houston, por ejemplo, realizó recientemente una auditoría que reveló 122 millones en ahorros posibles. Austin podría seguir ese camino, ya que el alcalde Kirk Watson reconoció que el rechazo fue un referéndum sobre la gestión municipal. “Debemos darles a los votantes razones para confiar en nosotros”, expresó tras los resultados.

Pero reducir gastos y mantener servicios en niveles aceptables puede no ser tan fácil. En Mesquite, una propuesta para aumentar impuestos y así contratar tres policías y dos bomberos fue rechazada rotundamente. El dilema de la seguridad pública versus los recortes fiscales empieza a mostrar las primeras grietas en muchas comunidades.

Una mirada al futuro: ¿hacia un Texas sin impuestos?

Algunos sectores del conservadurismo texano sueñan con abolir completamente los impuestos sobre la propiedad. Pero incluso dentro del liderazgo republicano hay escepticismo. El vicegobernador Dan Patrick y otros han calificado esta idea como “irrealista y financieramente inviable”. Para eliminar estos impuestos, el estado necesitaría conseguir más de 81 mil millones de dólares adicionales al año en nuevos impuestos o recortes presupuestarios.

Pese a ese escepticismo, líderes como el gobernador Greg Abbott están intensificando la presión por más recortes. Abbott planea hacer de los recortes fiscales uno de los ejes centrales de su campaña para las elecciones intermedias de 2026. También se espera que el Congreso estatal en 2027 vuelva a revisar los límites de recaudación fiscal local impuestos en 2019.

¿Realmente se están reduciendo los impuestos?

Según cifras del Census Bureau, los impuestos sobre propiedades en Texas están al mismo nivel que en 2019. En la mayoría de las áreas metropolitanas han bajado ligeramente. Sin embargo, otros costos como el seguro de vivienda han aumentado, anulando los beneficios de algunos recortes. El resultado es que muchos texanos no están sintiendo el alivio esperado en sus bolsillos.

Además, las restricciones impuestas a gobiernos locales han dificultado responder al crecimiento urbano y la necesidad de mantener infraestructura y seguridad pública. Cada vez más, se vuelve difícil cuadrar los presupuestos cuando las fuentes de ingresos están congeladas o en descenso.

El problema de fondo: la confianza ciudadana

Más allá del dinero, lo que está en juego es la relación entre los ciudadanos y sus gobiernos locales. La negativa a pagar más impuestos es también una negativa a seguir sustentando sistemas administrativos vistos como ineficientes o derrochadores. Para avanzar, tanto demócratas como republicanos coinciden en que se necesita transparencia, austeridad y, sobre todo, restaurar la confianza.

Si no se logra ese equilibrio, Texas podría enfrentar un escenario donde, a pesar del crecimiento poblacional y económico, la calidad de servicios públicos se degrade, lo cual afectaría severamente la competitividad del estado a largo plazo.

El mensaje del electorado texano fue claro: menores impuestos sí, pero también mejor administración. En lugar de simplemente decir “no” a más impuestos, están exigiendo una reestructuración profunda de cómo se recolecta y cómo se gasta cada dólar en sus comunidades.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press