St. Pauli y la Revolución del Fútbol: Cuando los Aficionados se Convierten en Propietarios
El club alemán St. Pauli marca un hito histórico al transferir la propiedad de su estadio a una cooperativa de fans. ¿Es este el modelo del futuro para un fútbol más justo y sostenible?
Un estadio que pertenece al pueblo
En un movimiento sin precedentes para el fútbol profesional, el club St. Pauli, históricamente conocido por su identidad radical, anunció que su estadio, el Millerntor-Stadion, ahora pertenece mayoritariamente a una cooperativa gestionada por sus propios aficionados. Con esta iniciativa, más de 22,000 personas adquirieron participación en el inmueble mediante la compra de acciones, recaudando cerca de 29 millones de euros (alrededor de 33.5 millones de dólares).
El club, con sede en Hamburgo, Alemania, siempre ha sido una rara avis dentro del mundo del fútbol profesional. Con una base de seguidores que abiertamente profesan ideales de izquierda, igualdad, antirracismo y antifascismo, St. Pauli ha desafiado constantemente los cánones del negocio del deporte.
El poder del colectivo: ¿la democracia llega al fútbol?
"Esto significa que el corazón del club ahora pertenece oficialmente a la cooperativa — y por lo tanto a sus miembros", declaró St. Pauli en un comunicado. Este acto no solo representa una transferencia de propiedad, sino un profundo gesto político y social. Es un duelo simbólico al modelo de clubes dominados por corporaciones o millonarios, como sucede en gran parte de Europa.
El presidente del club, Oke Göttlich, fue aún más contundente al expresar: “Hemos demostrado que otro tipo de fútbol y otro modelo de financiación son posibles. Un enfoque cooperativo y sostenible también es viable en el fútbol profesional, al igual que la participación de muchas personas que asumen responsabilidades compartidas.”
Esta iniciativa va más allá del simbolismo. Con esta estructura, el club puede utilizar sus propios recursos para invertir en infraestructura, como la expansión del centro de alto rendimiento.
Una historia de resiliencia
St. Pauli no siempre ha disfrutado de estabilidad económica. A comienzos de los años 2000 el club afrontó graves problemas financieros. En 2003, Uli Hoeneß, figura clave del Bayern de Múnich, organizó un partido benéfico para ayudar al club a salir del abismo económico. Veinte años después, la historia es otra: el club demuestra que la autofinanciación basada en sus seguidores es una alternativa tangible.
Cada socio aportó 850 euros por acción, de los cuales 100 euros eran para cubrir cuotas y contribuciones. Para fomentar la participación, los compradores entraron en un sorteo con premios como cenas con el capitán del equipo Jackson Irvine, paquetes VIP y camisetas firmadas.
¿Por qué importa este modelo?
En un mundo del fútbol cada vez más comercializado, donde clubes como Manchester United cotizan en bolsa y el PSG es propiedad de fondos estatales del Golfo, la decisión de St. Pauli de dejar la propiedad en manos populares representa una revolución cultural y estructural dentro del deporte rey.
Ya existe el precedente de otros clubes cuyos aficionados también tienen voz, aunque no siempre poder ejecutivo. El modelo del "50+1", vigente en Alemania, establece que los equipos deben tener al menos un 50% más una acción en manos de los socios del club para conservar el control. Sin embargo, este modelo ha sido esquivado por excepciones y cuestionado por inversionistas externos.
Lo de St. Pauli va más allá: no solo cumplen con este mínimo, sino que han colocado el estadio en manos de los mismos aficionados, eliminando así cualquier posibilidad de privatización futura sin consenso.
¿El inicio de una nueva era?
El caso de St. Pauli podría sentar un precedente importante para clubes con valores comunitarios. En momentos donde el fútbol parece haber perdido su alma por ser arrastrado por multimillonarios y estados-nación como dueños de clubes, iniciativas como esta devuelven esperanza.
Como dijo Andreas Borcherding, CEO de la cooperativa: “Nos sentimos encantados por el enorme apoyo a la cooperativa, por la idea de un fútbol diferente y otra manera de hacer negocios.”
Este esquema también puede tener beneficios prácticos. Según Wilken Engelbracht, jefe financiero del club, el control del estadio evitará gastos que se escapaban tradicionalmente a su gestión y permitirá canalizar fondos directamente a la mejora deportiva y social del club.
St. Pauli: más que un club
El equipo ha sido sinónimo de contracultura desde hace décadas. Su símbolo no oficial, la calavera y las tibias cruzadas, es adoptado tanto por fans como por grupos sociales disidentes. El club se posiciona activamente en contra de la homofobia, el racismo y el sexismo. Incluso su merchandising refleja esta filosofía, y como resultado, ha generado una comunidad global de seguidores que no necesariamente apoyan al club por razones futbolísticas, sino ideológicas.
Desde la introducción de los himnos ska y punk en sus partidos hasta el uso del estadio como centro de vacunación durante la pandemia, todo lo que rodea al club parece diseñado “desde abajo”. Y ahora el propio Millerntor es testigo de la materialización de una utopía de gestión comunitaria.
¿Y el futuro deportivo?
St. Pauli acaba de ascender a la Bundesliga. Sin embargo, en la actual temporada el equipo ha sufrido seis derrotas consecutivas. Esto plantea interrogantes sobre si el modelo cooperativo podrá competir en igualdad de condiciones frente a clubes con respaldo millonario. Pero, como suelen decir los fans del club: “No se trata solo de ganar partidos, sino de ganar dignidad.”
En un fútbol donde muchos clubes han perdido contacto con sus comunidades locales, lo de St. Pauli promete reavivar la conexión entre lo social y lo deportivo. Donde los demás ven entretenimiento, este club ve una trinchera ideológica.
Puede que St. Pauli no gane la Bundesliga, pero ha conseguido algo que pocos clubes pueden presumir: su alma sigue intacta.
Fuentes consultadas: DW, Kicker, The Guardian, sitio oficial del FC St. Pauli
