Stephen Bryant: ¿Justicia o venganza? El dilema detrás de su inminente ejecución por pelotón de fusilamiento
A días de su muerte programada, surgen preguntas sobre salud mental, ética y justicia en el caso del condenado en Carolina del Sur
Un crimen brutal y un veredicto letal
Stephen Corey Bryant fue condenado a muerte por una serie de asesinatos ocurridos en octubre de 2004 que estremecieron al condado de Sumter, Carolina del Sur. En el crimen más recordado, Bryant torturó y asesinó a Willard “TJ” Tietjen, quemándole los ojos con cigarrillos, y usó la sangre de la víctima para escribir frases escalofriantes como “catch me if u can” en las paredes.
Durante esos cinco días de terror, Bryant también disparó y mató a otras dos personas, en lo que las autoridades describen como una serie de crímenes metódicos y sádicos. Su sentencia a muerte se fijó en 2008, pero con la fecha de ejecución programada para el 14 de noviembre de 2024, sus abogados han presentado un último esfuerzo legal, afirmando que elementos clave sobre su salud mental nunca fueron plenamente considerados.
El disparador legal: Trastorno por Alcoholismo Fetal
Los abogados de Bryant aseguran que su historial de violencia tiene raíces profundas en trastornos mentales no diagnosticados. Principalmente, argumentan que padece del Trastorno del Espectro Alcohólico Fetal (TEAF), una condición causada por el consumo excesivo de alcohol de su madre durante el embarazo, lo cual habría afectado de forma irreversible su desarrollo cerebral.
El TEAF puede generar dificultades severas para el autorregulado comportamiento, afectando la capacidad de juicio, de inhibición de impulsos y la toma racional de decisiones. Según los documentos legales presentados, una resonancia magnética no fue realizada a plenitud en el juicio inicial, lo cual impidió que se valorara correctamente cómo esta condición influyó en los asesinatos.
“El juez nunca recibió un análisis completo del deterioro neurológico de Stephen”, alegan sus defensores, quienes también incluyen en su apelación testimonios recientes de psicólogos que detallan los traumas sufridos en su niñez: abuso sexual de parientes, maltrato emocional y negligencia.
¿Retribución o redención?
La fiscalía, por su parte, sostiene que estos argumentos no anulan la brutalidad meticulosa de los crímenes cometidos por Bryant. Según sus declaraciones, la forma en que desecró el cuerpo de Tietjen y se burló cruelmente de sus familiares demuestra frialdad y premeditación.
“Este no fue un acto impulsivo de alguien con daño cerebral. Fue sádico, calculado, y ejecutado con placer evidente”, afirman los fiscales en su última respuesta ante la Corte Suprema estatal.
Y lo respaldan con otras evidencias: después de asesinar a Tietjen, llamó a su esposa e hija para burlarse de su pérdida. Actos que, aseguran, clasifican su condena como “justicia necesaria”, no como “venganza desproporcionada”.
La ejecución: una práctica cuestionada
La decisión de ejecutar a Bryant mediante pelotón de fusilamiento también ha reabierto un fuerte debate moral y legal. Esta práctica, históricamente ligada a castigos militares por deserción o traición, fue adoptada nuevamente por Carolina del Sur tras 13 años sin ejecuciones, producto de problemas para obtener las drogas necesarias para la inyección letal.
Desde 1977, solo tres personas han sido fusiladas en Estados Unidos, todas en Utah, y la última en 2010. Bryant se convertirá en el cuarto, y el tercero en Carolina del Sur este año. La ejecución se lleva a cabo con tres voluntarios—cuyas identidades permanecen anónimas—que disparan desde una distancia de 15 pies (unos 4,6 metros). Se le colocará una capucha negra en la cabeza antes del disparo.
¿Qué pasa con la clemencia?
Además de la apelación, Bryant aún puede pedir clemencia al gobernador estatal, en una solicitud ampliamente considerada implausible. En la era moderna de la pena de muerte en Carolina del Sur, ningún gobernador ha concedido clemencia. Y, de ser considerada, la decisión final no se anunciará hasta minutos antes de su ejecución.
“El sistema legal solo fallaría si se retrasa la ejecución”, escribieron los fiscales en sus documentos más recientes.
Una historia de abandono y abuso
La historia de vida de Bryant ofrece un retrato doloroso. Nacido en un entorno marcado por el consumo de drogas y negligencia, sufrió abusos desde una edad temprana por parte familiares y vecinos. En una entrevista con un psicólogo forense en 2024, relató haber sido víctima de abusos múltiples por parte de figuras adultas en su vida, incluyendo otras mujeres e incluso líderes religiosos.
Según sus abogados, estos eventos impactaron gravemente su desarrollo emocional, sumado al daño fisiológico causado prenatualmente por el abuso de sustancias de su madre. Solo una vida profundamente fracturada podría haber llevado a los actos por los que ahora está a punto de ser ejecutado, argumentan.
¿Es suficiente la compasión para detener una sentencia de muerte?
Este caso pone en el centro un debate mucho más profundo sobre el papel de la salud mental en la pena capital. En Estados Unidos, la Corte Suprema ya ha prohibido sentenciar a muerte a personas con discapacidad intelectual. Pero el Trastorno del Espectro Alcohólico Fetal sigue sin estar normativamente reconocido de la misma manera, a pesar de las evidencias de pérdida de capacidad cognitiva y emocional.
La American Bar Association y organizaciones médicas han advertido de los peligros de llevar a cabo ejecuciones sobre personas que no han sido plenamente examinadas psicológicamente, como parece ser el caso aquí.
Contexto histórico de la pena de muerte en EE.UU.
- Desde 1976, más de 1.500 personas han sido ejecutadas en Estados Unidos.
- En 2023, solo 6 estados realizaron ejecuciones.
- El respaldo público a la pena de muerte ha ido disminuyendo: en 1996 el 78% la apoyaba; en 2022, solo el 55% lo hacía, según el Pew Research Center.
- Actualmente, solo 27 estados mantienen leyes de pena de muerte en funcionamiento.
Carolina del Sur se encuentra entre los estados con prácticas más antiquísimas en métodos de ejecución, habiendo reinstaurado la silla eléctrica en 2021 como opción primaria, hasta que la obtención de drogas para inyecciones volvió a ser viable recientemente.
Una elección que refleja un sistema imperfecto
Stephen Bryant, a menos que las cortes o el gobernador actúen, será ejecutado en cuestión de días. Sin embargo, su sentencia arrastra años de controversias, pruebas ignoradas, y heridas emocionales no tratadas.
¿Es su ejecución una muestra de justicia implacable o el fracaso de un sistema que no contempla las grietas tempranas que condenan a una persona antes siquiera de tomar su primer aliento?
Con este caso, Carolina del Sur y Estados Unidos se enfrentan de nuevo al eterno dilema: ¿castigo o redención? ¿Justicia o venganza?
