Sudán en ruinas: el costo humano de una guerra invisible
El caos en Darfur expone los fracasos internacionales en una de las mayores crisis humanitarias del siglo XXI
Una guerra prolongada y devastadora
Desde abril de 2023, Sudán ha sido testigo de un conflicto brutal entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF) y el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés). Lo que comenzó como una tensa disputa de poder entre aliados se ha transformado en una guerra total que ha saturado hospitales, arrasado ciudades y desplazado a millones.
Los datos son impactantes: según la Organización Mundial de la Salud (OMS), al menos 40,000 personas han muerto, pero activistas y organizaciones humanitarias advierten que la cifra podría ser mucho mayor. Más de 12 millones se han visto forzados a abandonar sus hogares. Y aún más alarmante: 24 millones de personas enfrentan inseguridad alimentaria aguda (Programa Mundial de Alimentos, 2024).
El-Fasher: la joya invadida del norte de Darfur
La ciudad de el-Fasher, antigua capital de Darfur del Norte y último bastión del ejército sudanés en esa región, cayó recientemente en manos de la RSF después de un asedio de más de 18 meses. Lo que sucedió después fue una masacre: la organización WHO denunció que más de 450 personas fueron asesinadas dentro de un hospital local, y múltiples reportes hablaron de ejecuciones puerta por puerta y violentas agresiones sexuales.
Cientos de miles de civiles huyeron, muchos hacia el norte por caminos inseguros. Algunos, como Othman Mohamed, relataron ver cuerpos tirados por la carretera y personas colapsando de agotamiento. “En el-Fasher no hay nada más que golpes y matanzas con drones invisibles que te alcanzan sin que los veas venir”, testificó Rawda Mohamed, quien huyó a pie durante horas.
¿Alivio en el horizonte? Un acuerdo humanitario posible
Frente a esta catástrofe, una luz titubeante de esperanza emergió esta semana. Las RSF anunciaron su disposición a acatar una tregua humanitaria propuesta por un grupo mediador integrado por EE. UU., Arabia Saudita, Egipto y los Emiratos Árabes Unidos, conocido como El Cuarteto.
La tregua consiste en una pausa de tres meses para la asistencia humanitaria, seguida por un proceso político de nueve meses enfocado en abordar las causas estructurales del conflicto. “Esperamos comenzar de inmediato discusiones sobre los arreglos de cese al fuego y los principios fundamentales del proceso político”, dice el comunicado de las RSF.
Sin embargo, el ejército sudanés reaccionó con cautela. Un oficial señaló que no aceptarán una tregua hasta que la RSF se retire de las zonas civiles y entregue sus armas, como estipulan acuerdos previos.
Una crisis de desplazados sin precedentes
La Organización Internacional para las Migraciones estima que más de 70,000 personas han abandonado el-Fasher en apenas una semana. Se han refugiado en lugares como el campamento de Al-Affad en el estado del norte, a más de 350 kilómetros de Jartum.
Muchos de los nuevos desplazados ya habían perdido sus hogares anteriormente, en un ciclo constante de desarraigo. La región ha visto cómo los campamentos humanitarios se llenan al límite, en especial en Tawila, Kurma y Golo.
De acuerdo con la Red de Médicos de Sudán, la situación en estos campamentos “se deteriora rápidamente”. Un 83% de las familias carece de alimentos suficientes según Islamic Relief, y las cocinas comunitarias están al borde del colapso.
Atrocidades documentadas: ¿crímenes contra la humanidad?
Varios informes indican que la RSF ha utilizado violencia sistemática contra civiles como táctica militar. Múltiples organizaciones, incluidas la ONU y Human Rights Watch, han solicitado que la situación se investigue como posibles crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.
La Corte Penal Internacional (CPI) ya ha comenzado investigaciones sobre la masacre en el-Fasher. En palabras del titular de la ONU, António Guterres, “la guerra en Sudán se está saliendo de control”.
¿Y la comunidad internacional?
A pesar de la gravedad de la crisis, la respuesta internacional ha sido tibia y fragmentaria. Mientras países como Estados Unidos intentan mediar, organizaciones humanitarias denuncian la falta de fondos y de acceso seguro a las regiones más afectadas.
La IDMC (Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos) ya identificó a Sudán como el país con más nuevos desplazados internos en 2024. Si comparamos: hay más personas huyendo de la violencia en Sudán hoy que en conflictos como Gaza, Ucrania y Siria combinados.
Ayuda bloqueada y hospitales atacados
La RSF ha sido acusada de bloquear las rutas de ayuda humanitaria, lo que impide que medicamentos, alimentos y combustible lleguen a hospitales y campamentos. Además, múltiples instalaciones sanitarias han sido blanco de ataques armados.
Un ejemplo reciente fue el ataque al hospital central de el-Fasher, donde médicos y pacientes fueron tiroteados. “Fue una masacre premeditada”, señaló un médico que logró escapar y que ahora trabaja en un campamento improvisado.
El papel de las mujeres en el conflicto
Las mujeres y las niñas son víctimas especialmente vulnerables. Se han documentado cientos de casos de violaciones y abusos sexuales, muchos cometidos de forma sistemática e incluso organizados en retenes militares y paramilitares.
Varias sobrevivientes relataron a medios internacionales que fueron secuestradas por semanas. Muchas de ellas siguen desaparecidas. La estigmatización social y el miedo silencian a muchas otras.
¿Y ahora qué?
El conflicto en Sudán no puede seguir ignorado. Se trata de una guerra civil con implicaciones regionales, marcada por violaciones de derechos humanos, desplazamientos masivos y una emergencia sanitaria en escalada. Y sin embargo, la cobertura mediática es ínfima.
Como comunidad internacional, debemos presionar por una tregua efectiva, garantizar el libre acceso humanitario y exigir responsabilidad por los crímenes cometidos. Ignorar esta tragedia es asumir complicidad por omisión.
Mientras el mundo observa otros focos de conflicto, Sudán se desangra en silencio. Las cifras hablan. Los testimonios gritan. No podemos mirar hacia otro lado.
