AmorrAs: Un salvavidas feminista ante la violencia y el acoso en el transporte mexicano

Con miedo en cada trayecto y un Estado que no responde, las mujeres mexicanas encuentran en iniciativas como AmorrAs una red de seguridad vital

Un viaje que cambia todo

En la cotidianidad de muchas mujeres mexicanas, abordar un auto de transporte público o una aplicación de movilidad se ha convertido en un acto de valentía. Ninfa Fuentes, economista y sobreviviente de violencia sexual, vivió en carne propia el terror de ese trayecto cuando un conductor de aplicación comenzó a acosarla de forma insistente durante una ruta común. Desde entonces, como muchas otras, abandonó totalmente esos servicios.

La violencia de género sobre ruedas

Historias como la de Fuentes abundan. Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, hasta lo que va de 2025, en México se han reportado más de 61,000 delitos sexuales, de los cuales al menos 8,700 son casos de acoso sexual. Es una cifra que apenas perfila una realidad más oscura, ya que distintos observatorios civiles señalan que los delitos sexuales son de los menos denunciados debido al estigma y la desconfianza hacia las autoridades.

El Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio estima que en México mueren asesinadas en promedio 10 mujeres al día. Este clima de violencia ha obligado a muchas a limitar su movilidad nocturna, cambiar de ropa, compartir ubicaciones en tiempo real y hasta crear protocolos personales como ir con la mano al seguro de la puerta —una acción desesperada que refleja el constante estado de alerta.

AmorrAs, la red que da esperanza

En medio de este panorama, surgió una red con un propósito claro: proteger a las mujeres cuando el Estado falla. AmorrAs es un colectivo feminista que ofrece transporte seguro exclusivo para mujeres en la Ciudad de México y sus alrededores. Fue fundado por Karina Alba, una joven de 29 años, tras el feminicidio de Debanhi Escobar en 2022, un caso que estremeció al país entero.

“Mi sueño era contribuir a la sociedad”, dice Alba. “Decidí hacerlo creando un espacio donde las mujeres pudieran vivir con dignidad y libres de violencia”.

Viajar en confianza: entendiendo cómo funciona AmorrAs

El mecanismo de AmorrAs es sencillo pero potente: las usuarias solicitan sus viajes con anticipación vía un formulario en línea. Posteriormente, reciben la información de su conductora —una aliada— por WhatsApp, con todos los datos del trayecto y un toque cálido: un emoji de corazón rosa, símbolo de confianza y protección.

Actualmente, la red cuenta con más de 20 mujeres conductoras que atienden a cerca de 2,000 usuarias al año. La demanda crece, y el equilibrio entre seguridad y operatividad todavía es un desafío, pero el impacto es innegable.

Voces que respaldan la iniciativa

Dian Colmenero, de 38 años, divide su tiempo entre su trabajo en marketing y su rol como conductora en AmorrAs. “Antes viví violencia en el metro, en microbuses y hasta con apps de transporte”, relata. En una ocasión, un chofer de una aplicación le presumió haber golpeado mujeres. Hoy, Colmenero elige a quién llevar, cuándo y cómo, con ese control que tanto se le ha negado históricamente a las mujeres sobre su entorno.

También está el caso de María José Cabrera, ingeniera de 28 años, que relata cómo ha tenido que reducir su vestimenta, evitar lugares y siempre estar en alerta para no ser víctima. “Con AmorrAs puedo ir a conciertos, a lugares públicos. Parece poco, pero para mí es enorme”, afirma.

Un historial de indiferencia institucional

Pero si algo queda claro, es que la existencia de AmorrAs evidencia una falla estructural: la desprotección de las mujeres por parte del Estado. La abogada feminista Norma Escobar, de 32 años, colabora con el colectivo ofreciendo respaldo legal. Asegura que en más de una ocasión ha presenciado cómo personal forense del Ministerio Público minimiza las denuncias de violencia sexual.

“Escuché a un médico legista decir a una víctima: ‘No te pasó nada, hay casos peores’”, relata Escobar. Además, en varios casos la ausencia de peritas o personal especializado ha impedido formalizar las denuncias.

Expertas apuntan a una verdad incómoda: el machismo sistémico, la debilidad judicial y la cultura de la impunidad perpetúan la violencia. “Hay demasiada negligencia, falta de compromiso y profesionalismo cuando se trata de proteger a las mujeres”, sentencia Escobar.

Un grito desde la política: ¿realidad o estrategia?

El reciente episodio de acoso sufrido por Claudia Sheinbaum, la primera presidenta de México, durante un evento público, trajo nuevamente el debate sobre el acoso a la escena nacional. Sheinbaum, tras ser tocada inapropiadamente por un hombre ebrio, presentó cargos y anunció que buscará tipificar el acoso sexual de manera homogénea en todo el país.

La medida ha sido bien recibida entre colectivos feministas, aunque con cautela: muchas de estas promesas nunca se traducen en acciones reales o, peor aún, terminan en discursos vacíos durante campañas políticas.

Más que transporte: redes de cuidado y resistencia

Iniciativas como AmorrAs no sólo trasladan cuerpos, transportan dignidad, seguridad y confianza. Son también redes de contención y construcción común entre mujeres que, poco a poco, tejen alternativas de movilidad en un entorno hostil.

Y lo hacen no porque el Estado lo propicie, sino precisamente porque ha fallado. Mientras las autoridades ignoran el problema o lo minimizan, estas redes muestran que la autogestión, el compromiso colectivo y la sororidad pueden crear espacios seguros, aunque sea uno a uno.

Un espejo de una problemática mayor

El nacimiento y éxito de redes como AmorrAs revela una dolorosa verdad: las mujeres tienen que crear sus propios mecanismos de protección para sobrevivir. Y aunque eso demuestra su resiliencia, también revela la irresponsabilidad estructural de un aparato de justicia que ha normalizado el abuso como parte inevitable del día a día femenino.

Mientras decenas de miles de mujeres aún viajan con la mano sobre el seguro de la puerta, otras encuentran en sus aliadas una razón más para no rendirse.

“AmorrAs me devolvió la esperanza de moverme libremente por mi ciudad”, dice Fuentes mirando por la ventana de un taxi conducido por otra mujer. Donde una vez hubo miedo, hoy hay una red. Y en un país donde ser mujer también es resistir, eso ya es un avance inmenso.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press