El acoso a Claudia Sheinbaum y el espejismo del combate a la violencia en México
Cómo una agresión sexual dejó al descubierto la doble vulnerabilidad de las mujeres en la política y una oposición que trivializa la violencia
Un momento que debió unir al país, terminó dividiendo aún más
En un país donde nueve mujeres son asesinadas cada día, donde la impunidad supera el 90% y donde el machismo permea en cada estrato social, el reciente acoso sufrido por la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha provocado una ola de debates tan intensos como perturbadores. Lo que debió haber generado un consenso transversal sobre la necesidad de frenar la violencia de género, se convirtió rápidamente en un episodio más de revictimización política y polarización social.
El incidente: un reflejo cotidiano de la violencia de género
El pasado martes, Sheinbaum caminaba por el Centro Histórico capitalino rumbo a una reunión en la Secretaría de Educación Pública. En el camino, fue abordada por un ciudadano visiblemente ebrio que aprovechó un descuido de sus escoltas para colocar su brazo alrededor de la presidenta, tocar su cuerpo e intentar besarla. Todo quedó registrado en video.
Pocas veces en la historia reciente una figura pública de tan alto nivel vive en carne propia una agresión de este tipo. Y aún más raro es que esta persona decida llevar el caso a la justicia. Claudia Sheinbaum decidió presentar una denuncia penal contra el agresor, y de inmediato utilizó su posición para exigir que todos los estados del país legislen contra el acoso como delito formal.
¿Una reacción legítima o una estrategia de distracción?
Sin embargo, la oposición política no tardó en utilizar el incidente como argumento contra el oficialismo. Alejandro Moreno, dirigente del Partido Revolucionario Institucional (PRI), fue uno de los primeros en declarar que la situación era "una cortina de humo" para desviar la atención del asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Alberto Manzo Rodríguez, presuntamente perpetrado por el crimen organizado.
“Lo que buscan es enfocar la narrativa hacia otro lado, en lugar de hablar de lo que verdaderamente está ocurriendo en Michoacán y en todo el país: una crisis de inseguridad absoluta”, dijo Moreno en una rueda de prensa. Incluso sugirió que el ataque podría haber sido un montaje.
Género y poder: dos palabras difíciles de conciliar
María de la Luz Estrada, directora del Observatorio Nacional del Feminicidio, lamentó profundamente el abordaje que parte de la clase política ha realizado sobre el hecho. “Estamos viendo la revictimización de una mujer que no solo fue agredida en la vía pública, sino que además debe enfrentar el cuestionamiento sobre la veracidad de su palabra”, denunció Estrada.
Este tipo de señales son devastadoras para las millones de mujeres que ya tienen miedo de reportar agresiones: si ni siquiera la Presidenta puede relatar su experiencia sin ser atacada, ¿qué pueden esperar las demás?
El contexto: violencia política y narcoestado
La crítica de fondo que la oposición intenta plantear no es del todo descabellada: México atraviesa una profunda crisis de seguridad vinculada en muchos casos al crimen organizado. En los últimos dos años, más de 30 políticos han sido asesinados en medio de campañas municipales y estatales.
Particularmente escandaloso fue el asesinato del alcalde Carlos Manzo en plenas festividades del Día de Muertos. Un joven de 17 años le disparó a quemarropa en público y posteriormente murió abatido. Las autoridades reconocieron la participación del crimen organizado, lo que reavivó las sospechas de que varias zonas del país tienen gobiernos paralelos controlados por los cárteles.
De víctimas únicas a víctimas colectivas
La madre buscadora Ceci Flores, reconocida por su labor incansable en la búsqueda de desaparecidos, ofreció quizá la declaración más conmovedora y dura del caso: “Nuestra presidenta solo necesitó caminar unos metros fuera del palacio para convertirse en víctima. Ese es el México que nosotras vivimos a diario: si hay suerte, es acoso; si no, nos matan o nos desaparecen”.
Frente al dolor representado por mujeres como Flores, resulta alarmante la falta de sensibilidad de ciertos sectores políticos que se enfocan más en los réditos mediáticos que en el fondo del problema.
¿Qué propone Sheinbaum ante la violencia de género?
Más allá de la denuncia, la presidenta Claudia Sheinbaum anunció una serie de propuestas legislativas y administrativas con el objetivo de erradicar el acoso y facilitar las denuncias. Se centró en:
- Armonizar los códigos penales de todos los estados para tipificar el acoso de manera uniforme.
- Lanzar una plataforma nacional para reportar agresiones de manera simple, rápida y segura.
- Capacitar a ministerios públicos, policías y jueces con perspectiva de género.
“Quiero que todas las mujeres de México sepan que denunciar una agresión no debe ser un viacrucis burocrático, sino una oportunidad de obtener justicia”, expresó la mandataria.
¿Reacción o manipulación política?
El ex candidato presidencial Ricardo Anaya declaró su solidaridad, pero también aprovechó la ocasión para golpear políticamente al gobierno: “Si no pueden garantizar la seguridad de la presidenta, ¿cómo piensan proteger al resto del país?”
Pero más allá de las intenciones políticas, la realidad es innegable: la agresión existió, está documentada y revela lo frágil que es la seguridad de las mujeres, incluso cuando ocupan el cargo más alto del poder público.
Polarización y patriarcado: una mezcla letal
Que una agresión sexual sea utilizada como herramienta de campaña denuncia el estado de descomposición ética de la política mexicana. La lógica patriarcal no desaparece con el ascenso de mujeres al poder; al contrario, muchas veces se vuelve más violenta, resentida y cínica.
Claudia Sheinbaum tiene delante una oportunidad única: usar su experiencia para abanderar una transformación real contra la violencia de género. Pero también enfrenta una oposición dispuesta a quemar cualquier puente en nombre de la estrategia electoral.
¿Qué sigue?
Mientras avanza la investigación contra el agresor, el país sigue desangrándose entre feminicidios, desapariciones y ejecuciones públicas. Hasta que la violencia contra la mujer deje de ser una moneda de cambio política y se aborde con seriedad institucional, México seguirá fallando a más de la mitad de su población.
Como dijo alguna vez Simone de Beauvoir: “No se nace mujer: se llega a serlo”. En México, ese llegar incluye aprender a sobrevivir en un entorno donde denunciar un crimen suele ser más peligroso que el crimen mismo.
Y si ni siquiera la presidenta puede caminar en paz… ¿quién puede?
