El escarabajo que devora Hawái: una amenaza silenciosa a los cultivos y la cultura local
El escarabajo australiano Queensland longhorn está diezmando cultivos clave como el cacao y el ulu, afectando granjas familiares y con pocas respuestas del gobierno
Una amenaza inesperada ataca el corazón agrícola hawaiano
Lorem ipsum dolor sit amet, una frase que bien podría resumir la impotencia de los agricultores hawaianos ante el imparable avance del escarabajo australiano de cuernos largos de Queensland (Acalolepta aesthetica). Este insecto, que hace solo una década era apenas una nota a pie de página en informes de bioseguridad, se ha convertido en uno de los enemigos más destructivos de la agricultura local en Hawái.
Desde su llegada oficial en 2009 a Puna, esta plaga ha devastado cultivos de cacao, árboles de pan (ulu), aguacates, cítricos y hasta la emblemática kukui, árbol nacional del estado. Las granjas de lugares como Hilo, Papaikou y la costa de Hamakua han visto pérdidas masivas, enfrentando no solo el embate biológico del insecto, sino también una respuesta gubernamental insuficiente y una falta de recursos alarmante.
Un enemigo invisible con un apetito voraz
El ciclo destructivo del Queensland longhorn beetle comienza cuando las hembras depositan sus huevos bajo la corteza de árboles maduros. Las larvas, invisibles al ojo hasta que ya es demasiado tarde, roen el cámbium, capa vital para el flujo de nutrientes. Como explica Daeus Bencomo, agricultor y vicepresidente del East Hawaii Cacao Association:
“Esa capa es como la autopista de transporte para los árboles. Si los daños están en una rama, la corto y la quemo. Pero si es en el tronco, tengo que talar todo el árbol.”
Desde octubre del año pasado, Bencomo ha perdido más de 200 árboles de cacao y 30 de kukui. Algunos árboles podrían valer alrededor de $1,000 por cosecha, pero lo más alarmante es que tardan cinco años en volver a producir. Todo esto impacta fuertemente en la economía de las pequeñas fincas familiares.
Un control limitado... y agotado
Uno de los pocos métodos efectivos para combatir al escarabajo ha sido el uso de nematodos (gusanos microscópicos) criados en el Pacific Basin Agricultural Research Center, que se infiltran en las larvas y las eliminan. Sin embargo, la producción de estos nematodos no alcanza para satisfacer la demanda creciente.
Aplicar los nematodos es además un proceso lento y manual. Los agricultores deben inyectarlos árbol por árbol, lo que hace prácticamente inviable su uso masivo en plantaciones de centenas o miles de árboles.
La situación se complica aún más con el actual cierre del gobierno federal, que ha suspendido temporalmente la producción de los nematodos. Como advierte el senador Brian Schatz:
“El escarabajo aún está confinado a una zona limitada en la Isla Grande, pero si se propaga… las consecuencias podrían ser gravísimas en estados como Florida.”
Una historia que se repite: el clásico descuido hacia las islas vecinas
Los agricultores hawaianos expresan un claro sentimiento de desamparo y marginación. Muchos recuerdan cómo el estado no supo contener la expansión del escarabajo rinoceronte del coco, otra plaga que pasó de un pequeño brote a una invasión por todo Hawái.
Debbie Ward, exagente agrícola y ahora propietaria de una plantación de árboles frutales en Kurtistown, lo enuncia con claridad:
“El problema con las hormigas de fuego en 1995 se pudo resolver si la Legislatura hubiese actuado. Pero las decisiones centralizadas en Oahu siempre dejan de lado a las islas vecinas.”
El riesgo para el futuro del cacao y el ulu en Hawái
Aunque el cacao hawaiano representa hoy una industria agrícola en ascenso y potencial exportación de lujo, la plaga está diezmando los planes de jubilación de muchos trabajadores agrícolas. Colin Kuwahara, por ejemplo, invirtió en más de 200 árboles de ulu como parte de su futuro retiro. Hoy, enfrenta la desilusión de tener que talar algunos antes de que produzcan su primer fruto comercial.
“Es desalentador”, dice mientras observa los daños en sus árboles. “No tengo ni el tiempo ni los recursos para inyectar nematodos árbol por árbol.”
El volumen de producción se ha desplomado. Según Dana Shapiro, directora ejecutiva de la Hawaii Ulu Cooperative:
“Un árbol debería estar produciendo entre 250 y 500 libras al año, pero ahora no tenemos ni lo suficiente para recolectar.”
El caso de Kuwahara no es aislado. Muchos agricultores trabajan largas jornadas en otros oficios y apenas pueden dedicar tiempo a sus fincas. La cooperativa calcula pérdidas millonarias debido a este estancamiento de producción.
¿Existe esperanza?: señales de equilibrio biológico
Paradójicamente, la naturaleza podría estar comenzando a combatir a este invasor. Stacey Chun, jefe interino de la sección de biocontrol del estado, reporta haber hallado hongos naturales asociados con larvas muertas, lo que podría indicar una regulación biológica espontánea.
No obstante, advierte: “Todavía es muy pronto para saber si este parásito natural podrá detener la expansión del escarabajo.”
¿Y qué hace el gobierno?
El Departamento de Agricultura de Hawái recibió $26 millones para su programa de bioseguridad, incluyendo fondos para combatir al escarabajo. Pero solo $55,000 se destinaron directamente a investigación del escarabajo Queensland en la Universidad de Hawái.
Aunque las autoridades han comenzado a controlar el movimiento de productos vegetales en aeropuertos, e incluso se ha interceptado un escarabajo en Hilo, los expertos temen que estas medidas sean demasiado lentas.
Como dice Ward con amarga resignación:
“Es como cerrar el establo después que el caballo ya escapó.”
El camino hacia adelante: prevención y responsabilidad compartida
El caso de este escarabajo es una lección dolorosa sobre la necesidad de sistemas de respuesta temprana, inversión seria en investigación y apoyo real a agricultores. Aunque los productores han hecho enormes esfuerzos para contener la plaga, aún enfrentan el futuro con incertidumbre.
No se trata solo de proteger cultivos; estas plantas tienen un profundo valor cultural, económico y ecológico en Hawái. El cacao, el ulu y el kukui forman parte de una herencia viva que hoy se encuentra bajo amenaza.
Si se actúa con rapidez y recursos, el estado todavía puede virar la historia. Pero el tiempo, al igual que los árboles, se sigue consumiendo.
