La industria invisible del fraude digital: esclavitud moderna a manos del crimen transnacional

Miles de personas forzadas a trabajar en centros de estafa en el sudeste asiático mientras las víctimas en todo el mundo pierden miles de millones de dólares

Un mensaje que puede cambiártelo todo… pero no para bien

Todo comienza con algo aparentemente inocente: un hola por WhatsApp, una oferta laboral atractiva para trabajar desde casa o incluso una solicitud para realizar tareas sencillas y ganar dinero extra los fines de semana. Detrás de estos mensajes existe una sofisticada red criminal que ha evolucionado enormemente en la última década y que ahora tiene su epicentro en el sudeste asiático, con víctimas en cada rincón del planeta.

El motor silencioso del crimen en Myanmar y Camboya

La ONU estima que al menos 120,000 personas en Myanmar y otras 100,000 en Camboya están atrapadas en condiciones de trabajo forzado, operando esquemas de fraude digital. Los gobiernos regionales enfrentan una lucha titánica para contener esta industria, que ha encontrado refugio en áreas rurales, bajo la protección de élites locales y estructuras económicas informales.

Uno de los centros más conocidos, KK Park, ubicado en la frontera entre Tailandia y Myanmar, fue parcialmente demolido por una intervención militar a finales de 2023. Sin embargo, organizaciones civiles reportaron que algunas partes del complejo siguen operativas. Tras la incursión, más de 1,500 trabajadores forzados —en su mayoría indios, pero también chinos, filipinos, kenianos y vietnamitas— escaparon del complejo y fueron repatriados.

De casinos a centros de operaciones criminales

El origen de estos centros de estafa se remonta a la proliferación de casinos —legales e ilegales— que cubrieron el sudeste asiático en la última década. Solo en 2021, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito contabilizó más de 340 casinos en la región. Con la llegada de la pandemia y las restricciones de viaje, muchas de estas operaciones tuvieron que reinventarse y virar hacia fraudes virtuales.

El modelo es escalofriantemente eficiente: complejos con dormitorios, tiendas, restaurantes y centros de entretenimiento, alquilados por empresas fachada. Detrás de estas estructuras se encuentra la mafia china y redes transnacionales, según denuncias de gobiernos y oenegés.

Víctimas atrapadas en el ciclo del fraude

Los trabajadores que ingresan a estos "call centers del crimen" provienen de más de 50 países, según datos de la ONU. Muchos fueron reclutados con promesas de trabajos bien remunerados en tecnología o servicios al cliente, pero al llegar les confiscan sus pasaportes y son obligados a trabajar 12 a 16 horas diarias enviando mensajes y manipulando a usuarios en internet.

“Los que no cumplen con las cuotas son golpeados, privados de comida o castigados públicamente,” relató un trabajador rescatado en Filipinas.

Estas personas intentan convencer, muchas veces con guiones preestablecidos, a usuarios de todo el mundo para que inviertan, participen en esquemas piramidales o inclusive simulen relaciones románticas. Algunas víctimas llegan a perder sus ahorros de toda la vida; un informe del Departamento del Tesoro de EE.UU. estimó que sólo en 2024, las víctimas estadounidenses perdieron más de $10 mil millones en este tipo de estafas.

Del amor al fraude: el poder del engaño emocional

Uno de los modos más utilizados en estos fraudes es el "romance scam": los estafadores simulan una relación cercana con la persona objetivo, lo que puede durar semanas o meses. Luego introducen temas como inversión en criptomonedas o necesidades urgentes de dinero.

En abril de este año, un informe de Naciones Unidas advirtió que estas estafas están tan elaboradas que ya utilizan herramientas de inteligencia artificial para generar respuestas emocionales, traducir en tiempo real y estudiar los hábitos de la víctima. Como resultado, algunos fraudes han sido tan sofisticados que incluso han engañado a profesionales financieros.

Repatriaciones masivas, pero pocos arrestos

Países como India, Filipinas y Corea del Sur han comenzado a rescatar y repatriar a sus ciudadanos atrapados en estos centros. En marzo, autoridades filipinas liberaron a decenas de trabajadores que operaban un esquema dirigido a ciudadanos chinos, usando un guion en el que se hacían pasar por ejecutivos de la China National Petroleum Corporation.

En junio, cerca de 50 ciudadanos surcoreanos fueron evacuados desde Camboya, donde participaron (voluntaria o involuntariamente) en estafas digitales. Estados Unidos también abrió un caso importante contra el empresario chino-camboyano Chen Zhi, presunto organizador de una red que defraudó a 250 personas, incluyendo una víctima que perdió $400,000 en criptomonedas.

¿Por qué es tan difícil erradicar estos centros?

  • Corrupción local: muchos gobiernos regionales miran hacia otro lado. El lucrativo negocio de los fraudes digitales genera ingresos que se distribuyen en redes oficiales y no oficiales.
  • Falta de legislación internacional vinculante: no hay suficientes tratados para perseguir a estos criminales más allá de sus fronteras.
  • Sistemas judiciales débiles: aún cuando hay arrestos, los líderes de estos grupos rara vez enfrentan consecuencias.
  • Dificultad para identificar víctimas: la mezcla de voluntario y forzado en la mano de obra hace complejo categorizar jurídicamente a quienes trabajan en los centros.

Las nuevas fronteras del crimen digital

Lo más alarmante es que esta tendencia no está ni cerca de desaparecer. Se reportan nuevos centros en regiones tan variadas como África oriental, América Latina y Europa del Este. Los esquemas también evolucionan: hoy no solo fingen inversiones, sino que también explotan temas de actualidad como energías verdes, NFT, IA generativa e incluso misiones humanitarias.

“Si solo rescatamos a las víctimas, pero no arrestamos a nadie, especialmente a los líderes mafiosos chinos y los sindicatos transnacionales, no servirá de nada,” sentenció Jay Kritiya, coordinador de Civil Society Network for Victim Assistance in Human Trafficking.

¿Qué podemos hacer desde nuestras casas?

  • Educarse y educar: muchas de las víctimas son personas jóvenes o mayores que no manejan bien los mecanismos digitales. Compartir información es clave.
  • Dudar de lo fácil: cuando algo parece demasiado bueno para ser verdad, probablemente lo sea.
  • Denunciar: plataformas como IC3 del FBI o las fiscalías locales tienen apartados para phishing, fraudes por internet y trata.
  • No compartir datos personales: ni contraseñas, ni documentos, ni información financiera por redes sociales o aplicaciones de mensajería.

La esclavitud moderna no tiene grilletes, sino teclados.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press