Somalia y la sombra de la piratería: ¿vuelve el azote olvidado del comercio marítimo?
El reciente ataque a un buque petrolero reaviva antiguos temores en el Cuerno de África, marcando un posible resurgimiento de la piratería tras más de un año sin incidentes graves
Después de 18 meses de aparente calma en las aguas del Océano Índico occidental, el secuestro del buque Hellas Aphrodite por piratas somalíes ha hecho sonar las alarmas en la escena marítima global. Aunque los 24 tripulantes fueron rescatados ilesos por una nave europea el pasado viernes, el incidente señala un preocupante regreso a una amenaza que, aunque atenuada, nunca desapareció por completo en las costas somalíes.
Una historia anclada en conflicto: del pescador al pirata
La piratería somalí tiene raíces en los desastres internos que arrasaron la nación durante las últimas décadas. A partir de la caída del régimen de Siad Barre en 1991, Somalia ha estado fragmentada, con gobiernos débiles y enfrentamientos constantes entre diversas facciones armadas. En medio del caos, su armada fue disuelta, dejando sus costas a la merced de buques extranjeros.
Durante los años 90 y principios de los 2000, embarcaciones extranjeras comenzaron a realizar pesca ilegal y vertido de residuos tóxicos cerca de las costas somalíes, provocando la respuesta de pescadores locales que, inicialmente armados de forma rudimentaria, salieron al mar con la intención de defender sus recursos. Ese origen "defensivo" dio paso a operaciones equipadas y altamente organizadas que en su punto álgido llegaron a secuestrar cientos de embarcaciones anualmente.
El auge de la piratería: cifras que aterran
- 2011: el punto más crítico, con 243 embarcaciones secuestradas en un solo año.
- 2005-2021: más de 1.000 actos piratas registrados en total.
- Estimaciones de la ONU sugieren que los piratas somalíes recaudaron cientos de millones de dólares en rescates.
Uno de los pagos de rescate más recientes tuvo lugar en abril de 2024, cuando el propietario del buque MV Abdullah, una empresa de Bangladesh, pagó 5 millones de dólares para liberar su tripulación.
¿Por qué regresan ahora los piratas?
Según Timothy Walker, investigador marítimo del Institute of Security Studies, el secuestro del Hellas Aphrodite no es un hecho aislado, sino la posible antesala de una nueva oleada pirata. “Los grupos están rearmándose, reclutando y aprovechando un entorno de seguridad costeña ausente”, dijo Walker a Associated Press.
Varios factores contribuyen a este resurgimiento:
- Despliegue reducido de fuerzas navales internacionales tras años sin ataques.
- Gobierno somalí fragmentado que centra sus recursos en conflictos internos con grupos insurgentes como Al-Shabaab.
- Nuevas oportunidades económicas para jóvenes sin empleo o servicios sociales adecuados en regiones costeras.
Métodos modernos: madre nodriza, velocidad y armas
El modus operandi pirata ha evolucionado: utilizan naves nodrizas para transportar pequeñas embarcaciones equipadas, a veces a más de 1.000 kilómetros de la costa. Estas naves lanzan lanchas rápidas —generalmente skiffs— con hombres armados que utilizan ametralladoras y escaleras ligeras para abordar mercancías en alta mar.
Una vez capturada, la embarcación es desviada hacia aguas somalíes donde es retenida hasta que se paga un rescate. Esta práctica ha sido tan rentable que algunos señalan que varias familias enteras viven desde hace años de las actividades de las bandas piratas.
Impacto en el comercio mundial y la economía
La región que rodea al Cuerno de África es un punto geoestratégico clave en el comercio marítimo: más del 15% del comercio mundial pasa por el estrecho de Bab el-Mandeb y el Golfo de Adén. La piratería encarece ese tránsito de manera considerable. Según un estudio del grupo Oceans Beyond Piracy, en su máximo apogeo, la piratería en Somalia causaba gastos anuales de hasta 7.000 millones de dólares en seguros, desvíos, seguridad y rescates.
¿Por qué es tan difícil erradicar el problema?
La vasta extensión del océano y la topografía irregular de la costa somalí dificultan las operaciones de vigilancia. Además:
- Falta de infraestructura naval local efectiva.
- Corrupción dentro de estructuras políticas y militares locales.
- Alianzas oscuras entre algunos actores regionales que permiten el flujo de armas y combustible a los grupos piratas.
A pesar de los esfuerzos de coaliciones como la Fuerza Naval de la Unión Europea (NAVFOR) o el Grupo Permanente de la OTAN, la sostenibilidad de estas operaciones está en entredicho por limitaciones presupuestarias y falta de voluntad política.
¿Qué se está haciendo?
En 2023, Somalia y Turquía firmaron un acuerdo de cooperación de 10 años que contempla el fortalecimiento de las capacidades marítimas de Somalia. La Marina turca entrenará y equipará a fuerzas navales somalíes para patrullar el litoral y actuar en casos de piratería.
Además, el Consejo de Seguridad de la ONU amplió el mandato del Grupo de Monitoreo sobre Somalia para incluir violaciones del embargo de armas y piratería.
Una amenaza que muta con el tiempo
Aunque a menudo se piensa en la piratería como una amenaza del pasado, expertos advierten que la reactivación no es solo posible sino probable, especialmente a medida que la vigilancia internacional se relaja. La reciente ola podría deberse a una redistribución de activos navales internacionales hacia otras regiones problemáticas como el Mar Rojo —donde la guerra en Yemen también representa un foco de tensión—, dejando nuevamente zonas como el Cuerno de África desprotegidas.
El resurgimiento pirata, más que una señal de fracaso, refleja que los problemas estructurales de Somalia no se han resuelto. La inseguridad, la falta de oportunidades, la corrupción y la fragilidad institucional siguen alimentando comportamientos extremos que encuentran en el mar una vía de escape económica.
Una advertencia al mundo: no bajar la guardia
Como lo demuestra el caso del Hellas Aphrodite, la amenaza de la piratería somalí nunca desapareció del todo —simplemente fue contenida. Si no se abordan las raíces del problema en tierra firme, los esfuerzos en el mar solo servirán para postergar lo inevitable. Y en un mundo cada vez más interconectado y dependiente del comercio marítimo, las consecuencias podrían sentirse mucho más allá del Océano Índico.
