Tensión en la frontera: la encrucijada entre Pakistán y Afganistán
Un análisis del conflicto fronterizo, las causas profundas, y por qué la paz entre Islamabad y Kabul sigue siendo tan difícil de alcanzar
Un conflicto largo, una frontera aún más larga
Desde principios de octubre de 2025, la frontera entre Pakistán y Afganistán se ha convertido en un nuevo polvorín del sur de Asia. Con enfrentamientos que han dejado decenas de muertos y centenares de heridos, la inestabilidad ha alcanzado niveles que no se veían desde la retirada de las tropas de EE. UU. y la OTAN en 2021.
¿Qué ha llevado a dos países que comparten tanto—cultura, religión, y población pashtún— a enfrentarse de nuevo con artillería en pleno siglo XXI? En este análisis, abordaremos las raíces históricas, los movimientos insurgentes, las luchas internas y los intereses de terceros países que alimentan esta crisis regional.
El detonante: explosiones que desataron la tormenta
Todo comenzó con dos explosiones el 9 de octubre de 2025: una en Kabul, la capital afgana; otra en Paktika, una provincia al sureste del país. El gobierno talibán de Afganistán no tardó en responsabilizar a Pakistán por los atentados. Aunque Islamabad no ha confirmado ni negado su implicación, el silencio ha sido tan estruendoso como cualquier cañonazo.
Pocos días después, comenzaron los ataques cruzados: intercambios de disparos, bombardeos de posiciones y artillería pesada. Las cifras de muertos y heridos difieren según el país: Pakistán afirma haber matado a más de 200 soldados afganos y 100 militantes, mientras que Kabul asegura que solo perdieron a 9 soldados, pero murieron 45 civiles.
Por su parte, el vocero del gobierno afgano, Zabiullah Mujahid, afirmó que 58 soldados paquistaníes murieron, una cifra que Islamabad redujo a 23. En medio del caos, los civiles siguen siendo las principales víctimas.
El frágil alto al fuego y los intentos diplomáticos
Tras el pico de los enfrentamientos, el 19 de octubre se alcanzó un alto al fuego gracias a la mediación de Qatar. Este primer cese al fuego fue seguido por dos rondas de conversaciones en Estambul, Turquía. Aunque las negociaciones prometen, los combates persisten esporádicamente.
Un funcionario afgano anunció que, durante estos últimos días, más enfrentamientos nocturnos causaron la muerte de cuatro civiles afganos. Sin embargo, ambas partes insisten en que el alto al fuego «en esencia» se mantiene.
Una frontera histórica y disputada: la línea Durand
La raíz geográfica del conflicto es la llamada Línea Durand, una frontera de 2,611 kilómetros establecida en 1893 por el diplomático británico Mortimer Durand. Esta línea divide a los pashtunes, el grupo étnico más grande de Afganistán y también importante en la región fronteriza de Pakistán.
Mientras que la comunidad internacional reconoce esta línea como la frontera oficial, Afganistán nunca la ha aceptado formalmente. Las tensiones históricas sobre el trazado fronterizo no han cesado desde la independencia paquistaní en 1947. De hecho, cada que la relación entre ambos países se deteriora, la Línea Durand vuelve al debate público.
El elefante en la sala: el Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP)
Pakistán acusa directamente a Afganistán de permitir que el Tehrik-e-Taliban Pakistan (TTP), grupo talibán paquistaní, opere desde su territorio. Según Islamabad, los combatientes del TTP han ejecutado numerosos atentados suicidas y ataques armados dentro del país cobijados por el régimen afgano.
El TTP fue fundado en 2007 como una amalgama de grupos insurgentes que buscaban imponer una interpretación más radical de la ley islámica. Aunque es independiente de los talibanes afganos, ambos grupos mantienen vínculos ideológicos, estructurales y logísticos.
Desde el regreso de los talibanes al poder en 2021, se cree que varios líderes del TTP se han refugiado en Afganistán. Esto ha provocado una escalada en acciones militares por parte del ejército paquistaní: bombardeos de supuestos campamentos militantes dentro de territorio afgano.
Intereses cruzados e implicaciones globales
Este conflicto no se desarrolla en vacío. La zona fronteriza entre Afganistán y Pakistán ha sido, históricamente, un refugio para grupos extremistas como Al Qaeda y Estado Islámico. Esto preocupa a varias potencias, incluyendo a Estados Unidos, que temen un resurgimiento del terrorismo internacional.
De hecho, Qatar y Turquía, aliados tanto de Occidente como de los gobiernos islámicos de la región, están liderando la mediación. La estabilidad en este paso fronterizo es clave para toda la seguridad regional.
“No entregar a los líderes del TTP puede desencadenar una guerra abierta”, advirtió Khawaja Muhammad Asif, ministro de Defensa pakistaní. Mientras tanto, los talibanes afganos mantienen su postura: “Pakistán debe dialogar con ellos, no con nosotros”.
El papel de las grandes potencias: ¿y ahora qué?
Las potencias internacionales han mantenido un perfil bajo ante el conflicto, aunque se han iniciado algunos movimientos tras bambalinas. Sorprendentemente, el expresidente de EE. UU., Donald Trump, declaró durante la cumbre de la ASEAN en Malasia que esperaba “resolver el conflicto muy pronto”.
China, con inversiones millonarias en el Corredor Económico China-Pakistán (CPEC), también observa con preocupación. Una escalada del conflicto puede afectar sus intereses estratégicos y económicos.
El regreso de la violencia a esta región, además de tener consecuencias humanitarias, frena los planes de desarrollo y reconstrucción de Afganistán tras décadas de guerra.
¿Un conflicto sin solución?
La paz entre Afganistán y Pakistán parece una quimera. La falta de reconocimiento de fronteras, el uso de grupos insurgentes como ficha geopolítica, y la desconfianza histórica hacen que cada negociación tenga pies de barro.
El último alto al fuego, aunque relevante, es solo un parche sobre una herida abierta desde hace más de un siglo. Mientras tanto, los civiles siguen pagando el precio de un conflicto que no les pertenece, y en el que las grandes potencias reaccionan demasiado tarde o, peor aún, optan por mirar hacia otro lado.
Si la comunidad internacional desea verdaderamente una región estable, deberá apostar más fuerte por una mediación sólida y sostenible. Sin presión externa significativa, Kabul e Islamabad continuarán atrapados en el eterno retorno de la violencia.
