Trump vs. los Empacadores de Carne: ¿Quién Tiene la Culpa del Precio de la Carne en EE. UU.?
Una mirada profunda al conflicto entre el expresidente Trump, la industria cárnica extranjera y el impacto en los consumidores y productores estadounidenses.
Un nuevo frente político: la carne como protagonista
En un movimiento tan político como económico, el expresidente Donald Trump acusó el pasado viernes a los empacadores de carne de propiedad extranjera de inflar los precios de la carne de res en Estados Unidos, solicitando al Departamento de Justicia (DOJ) una investigación formal por supuesta colusión ilícita, manipulación de precios y monopolios ilegales en el sector cárnico.
“Protegeremos siempre a nuestros ganaderos estadounidenses”, escribió Trump en redes sociales, señalando a grandes empresas como las principales responsables de afectar la cadena de suministro alimentario nacional y acusándolas de poner en riesgo la seguridad alimentaria del país.
La estructura del mercado cárnico en EE. UU.: concentración y dominio extranjero
El mercado de procesamiento de carne en Estados Unidos ha estado dominado históricamente por cuatro grandes compañías: JBS (Brasil), Tyson Foods, Cargill y National Beef. De esas empresas, JBS USA —filial de la empresa brasileña JBS— representa un ejemplo claro del fenómeno que denuncia Trump, dado su origen extranjero y su rol dominante.
Según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), el 85% de la carne de res procesada pasa por estas cuatro firmas. Esta concentración crea un entorno propenso a prácticas anticompetitivas, una preocupación constante para reguladores y productores estadounidenses desde hace décadas.
¿Manipulación de precios o mercado global interconectado?
Las acusaciones de Trump no llegaron acompañadas de pruebas concretas, pero se producen en un contexto claro: los precios de la carne alcanzaron niveles récord en 2023 y 2024. Según datos del Bureau of Labor Statistics, el precio promedio del filete de carne de res aumentó cerca del 15% en un período de 12 meses hasta junio de 2024.
La causa más citada por los expertos no es solo una posible manipulación de precios, sino una combinación de factores estructurales:
- Reducción drástica del hato ganadero debido a sequías prolongadas en estados como Texas y Kansas.
- Altos costos de insumos como el maíz y la soya, claves en la alimentación del ganado.
- Problemas en la cadena logística derivados de la pandemia y la inflación global.
- Aranceles impuestos a países exportadores como Brasil, los cuales han limitado las importaciones y reducido la oferta.
El discurso populista frente a una problemática compleja
El enfoque de Trump busca apelar al sentimiento nacionalista de productores y consumidores: "los ganaderos no son los culpables", afirma. Al mismo tiempo, propone medidas como comprar carne argentina para aumentar la oferta y bajar precios, una ironía dada su retórica proteccionista.
“Tomaremos medidas inmediatas para proteger a los consumidores, combatir los monopolios ilegales y asegurarnos de que estas corporaciones no se beneficien criminalmente a expensas del pueblo estadounidense”, añadió Trump.
Sin embargo, esta postura ha generado rechazo entre asociaciones ganaderas estadounidenses, que temen ser marginalizadas si se aumenta la importación de carne sudamericana para controlar los precios. Mientras tanto, los consumidores siguen con preocupación frente a las góndolas, viendo cómo su presupuesto se reduce ante el aumento del costo de vida.
Los antecedentes: la lucha bipartidista contra los monopolios cárnicos
No es la primera vez que la Casa Blanca ha puesto foco sobre esta industria. Durante el gobierno de Joe Biden, se impulsaron políticas orientadas a fomentar la competencia en el sector cárnico, incentivando a pequeños y medianos procesadores y otorgando fondos federales para nuevas plantas independientes.
En 2022, Biden declaró: “Concentraciones tan extremas significan que los agricultores y ganaderos están a merced de unos pocos grandes compradores, mientras los consumidores pagan más”. Su administración propuso invertir más de 1,000 millones de dólares para reforzar plantas procesadoras de pequeña escala y mejorar la transparencia en contratos.
Incluso Kamala Harris, durante su campaña vicepresidencial, abordó directamente el problema al prometer sanciones contra supermercados y productores acusados de especulación. Estas posturas contrastan, aunque también coinciden en preocupaciones, con las del ahora expresidente Trump.
Contexto económico: inflación alimentaria global y reacción política
La inflación alimentaria no es exclusiva de Estados Unidos. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los precios globales de alimentos han experimentado aumentos sin precedentes, especialmente productos cárnicos.
Entre 2020 y 2023, el precio mundial de la carne aumentó en un 27% según el índice FAO, con subidas aún mayores en economías con dependencia de importaciones. Este fenómeno ha provocado protestas, aumentos salariales y cambios en el patrón de consumo, sustituyendo carne bovina por pollo, cerdo u opciones vegetales.
En EE. UU., la carne representa casi el 20% del gasto alimentario promedio por hogar, más que cualquier otro grupo de alimentos. Por ello, cualquier movimiento en este mercado se traduce en impactos políticos inmediatos, como lo demuestra la atención mediática tras las elecciones intermedias, donde la economía doméstica fue tema central.
¿Soluciones reales o retórica electoral?
Expertos como Joe Maxwell, exteniente gobernador de Misuri y miembro del Organization for Competitive Markets, señalan que "una investigación formal es bienvenida, pero no es suficiente si no se cambia la estructura monopólica del mercado cárnico". Maxwell ha abogado por una diversificación del sistema de procesamiento y una mayor transparencia contractual como pasos esenciales.
La medida también debe verse desde una óptica política: tras perder estados clave con alta densidad agrícola —como Wisconsin y Pensilvania— los republicanos intentan reconectar con su base rural y conservadora, la cual suele simpatizar con la protección del productor nacional.
“Trump promete castigar a los responsables de los altos precios, pero lo hace mientras amenaza con abrir aún más el mercado a importaciones”, apuntó en una columna Michael Strain, economista del American Enterprise Institute. “Este doble discurso puede ayudarle políticamente, pero no resolverá el problema estructural.”
¿Qué podría pasar ahora?
Si el Departamento de Justicia decide abrir una investigación formal contra los empacadores de carne, el proceso podría tomar años y concluir con multas, reformas regulatorias o incluso la imposición de nuevas normativas antimonopolio. No obstante, algunos analistas creen que el fuerte poder político y económico de estas empresas reducirá el impacto real de tales medidas.
Mientras tanto, el consumidor estadounidense seguirá experimentando una presión sostenida sobre su bolsillo. Según un estudio de la Universidad de Purdue, un 71% de los estadounidenses ha reducido su compra de carne de res desde 2021, y un 43% ha cambiado sus hábitos hacia proteínas más económicas.
Qué tan efectiva será esta cruzada política contra los gigantes de la carne, dependerá de algo más que palabras fuertes en redes sociales. Por ahora, la carne sigue siendo cara… y la batalla por ella, más caliente que nunca.
