COP30 en Belém: ¿una nueva esperanza climática o más promesas rotas?
A más de una década del Acuerdo de París, la cumbre climática en la Amazonía busca implementar acciones concretas, con foco en pueblos indígenas y bosques, pero también enfrenta escepticismo y desafíos logísticos
Belém, Brasil — A medida que líderes, expertos y activistas de todo el mundo desembarcan en la ciudad amazónica de Belém para participar en la cumbre climática más relevante del año, la COP30, las expectativas, tensiones y contradicciones se entretejen en una cita que se presenta como crucial para el futuro del planeta.
Una década del Acuerdo de París: ¿Dónde estamos?
En 2015, los países firmaron el histórico Acuerdo de París, con el objetivo de limitar el calentamiento global a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales. Sin embargo, diez años después, ese objetivo parece cada vez más inalcanzable. Según datos de Copernicus, el programa europeo de observación climática, la temperatura global ha aumentado cerca de 0,46 °C en los últimos diez años.
“Lo que estamos viendo no es solo el calentamiento de la Tierra, sino el incumplimiento sistemático de los acuerdos asumidos”, señala Petteri Taalas, ex secretario general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Pese a esto, hay avances. Las energías renovables como la solar y la eólica son hoy más baratas en buena parte del mundo que el carbón o el gas natural. El problema: los compromisos actuales de reducción de emisiones no son suficientes.
¿Qué tiene de especial la COP30 en Belém?
Belém, puerta de entrada a la Amazonía brasileña, es la primera ciudad amazónica en ser sede de una COP. Esto no es casualidad: el espacio geográfico busca dar protagonismo a los temas de deforestación, pueblos indígenas, seguridad alimentaria y justicia climática, tradicionalmente relegados.
“Las decisiones sobre el cambio climático no pueden tomarse en oficinas con aire acondicionado en Europa sin tener en cuenta a quienes viven en la selva que todos quieren proteger”, aseguró Marina Silva, ministra del Medio Ambiente de Brasil, durante la apertura.
Además, el gobierno brasileño ha presentado una ambiciosa propuesta bautizada Tropical Forests Forever Facility (TFFF), diseñada para premiar económicamente a los países que protejan sus bosques tropicales.
Entre cruceros y moteles: Belém a prueba
Una de las polémicas previas al evento ha sido la limitada capacidad hotelera de la ciudad. Entre 40.000 y 50.000 personas se estima que participarán en la COP30. Esto ha llevado a que se renten cruceros como alojamiento flotante, y que incluso se usen moteles por horas como hospedaje improvisado. Algunos activistas han expresado su intención de acampar.
La ironía no escapa a muchos: tensiones logísticas en una ciudad que ejemplifica muchos de los desafíos del sur global. Altas temperaturas, humedad agobiante y cortes de electricidad son parte del día a día que muchas delegaciones experimentan por primera vez.
“Para los participantes del norte global, esta es una lección de realidad. Están viviendo, literalmente, el clima del futuro”, comenta Sônia Guajajara, ministra de Pueblos Indígenas de Brasil.
El protagonismo de los pueblos indígenas
Uno de los puntos centrales del evento es el reconocimiento del rol fundamental de los pueblos indígenas como guardianes del bosque. Estudios muestran que las tasas de deforestación son significativamente menores en territorios bajo administración indígena.
- En los últimos 20 años, más del 75% del Amazonas intacto se conserva en tierras indígenas o protegidas.
- Un estudio publicado en Nature Sustainability indica que estas comunidades reciben menos del 1% de los fondos climáticos globales.
En Belém, delegaciones indígenas de Ecuador, Bolivia, Perú y Colombia también plantean demandas sobre financiamiento directo y autonomía en proyectos de resolución climática.
¿Una COP sin acuerdos?
Este año no se espera una resolución histórica como el Acuerdo de París. No se establecerán nuevos tratados ni compromisos de emisiones vinculantes. Este escenario ha llevado a algunos analistas a bautizarla como la “COP de la implementación”.
“Quien venga a Belém esperando un gran acuerdo, está haciendo la pregunta equivocada”, expresó Christiana Figueres, ex secretaria ejecutiva de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
El foco estará en:
- Cómo acelerar la implementación de compromisos previos.
- El progreso del fondo de pérdidas y daños, uno de los temas más debatidos en COP27.
- Iniciativas de adaptación en países vulnerables.
La ausencia de EE. UU.: una grieta incómoda
A pesar de ser uno de los mayores emisores históricos de gases de efecto invernadero, Estados Unidos no presentó su plan climático actualizado. El contexto político, con elecciones presidenciales en puerta y un liderazgo dividido en el Congreso, vuelve incierto su papel.
Para muchos, la ausencia estadounidense refuerza una vieja tensión: los países ricos piden acción a los pobres, pero no cumplen lo prometido en tema de financiamiento ni compromisos internos audaces.
El exsecretario de Energía del expresidente Donald Trump, Rick Perry, criticó duramente la cumbre: “Es un carnaval burocrático con huella de carbono astronómica y utilidad cuestionable”.
El fracaso silencioso de las promesas globales
En la COP26, los países desarrollados se comprometieron a destinar USD 100 mil millones anuales para ayuda climática. A 2025, informes del OECD indican que ni siquiera se ha alcanzado el 80% de esa cifra.
Entretanto, catástrofes climáticas azotan al mundo:
- Pakistán vivió en 2022 las peores inundaciones de su historia, desplazando a más de 33 millones de personas.
- Kenia, Somalia y Etiopía enfrentan una sequía sin precedentes que ha afectado a más de 20 millones de personas.
Un grito compartido: justicia climática ya
Activistas del sur global, ONG y delegaciones indígenas coinciden en un reclamo: el cambio climático no es solo una crisis ambiental, sino una cuestión de justicia.
“Necesitamos reducir emisiones, sí. Pero también garantizar acceso a agua, alimentos, salud y oportunidades. No puede ser que los que menos contaminan sean los que más sufren”, denuncia la colombiana Nathaly Uribe, activista climática de 21 años.
Muchos critican también la escenografía de las COP. Salas lujosas, delegaciones con trajes formales, catering de primer nivel pero pocas acciones concretas. Una escena que contrasta con la densa humedad, los cortes de luz y la precariedad habitacional que afecta a los habitantes de Belém.
La batalla del futuro se juega hoy
La COP30 no será la cumbre con más títulos. Pero sí podría ser —si se escucha al territorio, a las voces marginadas y se impulsa la acción real— el punto de inflexión entre diplomacia climática performativa y transformación genuina.
Como resumió Suely Vaz, ex directora de la agencia ambiental de Brasil:
“Si esta cumbre quiere dejar huella, debe dejar de hablar de promesas y comenzar a hablar de presupuestos, acompañamiento, monitoreo y justicia”.
Belém no es solo un símbolo. Es también una advertencia. Y quizá, pese a todo, una esperanza.
