El fracaso del diálogo entre Pakistán y Afganistán: un nuevo obstáculo hacia la paz en Asia Central

Las negociaciones en Estambul terminaron sin acuerdo, reflejando el persistente encono diplomático entre ambos países, marcado por acusaciones cruzadas, violencia fronteriza y el papel ambiguo de actores como el TTP

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Una tregua colgando de un hilo

Las tensiones fronterizas entre Pakistán y Afganistán alcanzan un nuevo punto crítico. Las recientes negociaciones de paz celebradas en Estambul —la tercera ronda desde que se intensificaron los enfrentamientos en octubre— terminaron sin avances concretos. Lejos de sentar las bases para un diálogo sostenido o acuerdos sólidos, la cumbre diplomática concluyó entre recriminaciones, decepción y un ambiente cada vez más hostil.

Afganistán, representado por su portavoz gubernamental Zabiullah Mujahid, culpó directamente a Pakistán por el fracaso, calificando sus exigencias de “irracionales”. Desde Pakistán, el ministro de Defensa Khawaja Asif lamentó el estancamiento y acusó a la delegación afgana de negarse a documentar los pactos alcanzados, optando únicamente por promesas verbales.

Violencia que no cesa

Mientras diplomáticos intentaban limar asperezas en Turquía con la mediación de Qatar y Turquía, la violencia entre ambos países continuaba. Según fuentes oficiales afganas, al menos cuatro civiles murieron y otros cinco resultaron heridos en enfrentamientos transfronterizos. Pakistán respondió que las acciones armadas afganas habían causado la muerte de 23 de sus soldados, mientras Afganistán aseguraba haber matado a 58 militares paquistaníes en represalia por ataques aéreos en su territorio.

Ambos países tienen una historia reciente de recriminaciones. Pakistán acusa al gobierno Talibán de Afganistán de ofrecer santuario al Tehreek-e-Taliban Pakistan (TTP), un grupo insurgente que, aunque independiente, mantiene fuertes lazos ideológicos y operativos con los talibanes afganos. Desde la llegada al poder de los talibanes en 2021, el TTP ha intensificado sus actividades en Pakistán, generando preocupación tanto a nivel nacional como internacional.

¿Quién es el TTP y por qué es relevante?

Formado oficialmente en 2007, el TTP busca la imposición de la Sharía islámica en Pakistán y ha sido responsable de múltiples atentados, incluidos ataques suicidas, secuestros y asesinatos de funcionarios. Está designado como organización terrorista por Estados Unidos y la ONU.

Desde la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán y el colapso del anterior gobierno afgano, el TTP ha encontrado un entorno favorable para operar, reforzado por el vacío de seguridad y la aparente inacción del actual gobierno talibán, que niega cualquier colaboración operativa.

La complejidad radica en que, aunque los talibanes afganos insisten en su neutralidad, albergan viejos vínculos tribales y religiosos con el TTP, lo cual alimenta las sospechas y exacerba el conflicto diplomático con Islamabad.

El papel de los mediadores: ¿quién puede contener el conflicto?

Qatar y Turquía han asumido roles destacados como mediadores, impulsando este complejo proceso de negociación. Desde la primera tregua lograda el 19 de octubre, ambos países han facilitado espacios de diálogo, sin embargo, sus esfuerzos no han alcanzado resultados tangibles. Según el ministro Asif, “no hay ni plan ni esperanza para otra ronda de conversaciones”. La pausa es indefinida y la calma fronteriza se sostiene más por desgaste que por convicción.

Aun así, se mantiene una frágil tregua que evita el recrudecimiento abierto del conflicto, dejando la puerta semiabierta a futuras gestiones diplomáticas.

Impacto económico y humanitario del conflicto

El 12 de octubre, Islamabad cerró todos los pasos fronterizos con Afganistán, interrumpiendo el comercio, el tránsito de personas y empujando a miles hacia una crisis humanitaria. Aunque el paso de Torkham fue reabierto brevemente, el daño ya está hecho. Cientos de camiones cargados con productos perecederos están paralizados en ambos lados fronterizos, afectando el suministro de alimentos y medicinas.

Además, Pakistán ha empezado una campaña de deportación masiva de inmigrantes afganos indocumentados. Se estima que más de un millón han sido repatriados desde 2023. Esta política ha sido criticada ampliamente por organizaciones humanitarias, ya que muchos de estos individuos huyen de situaciones de persecución o pobreza extrema.

¿Estamos al borde de una guerra?

La retórica beligerante no cesa. Desde Kandahar, Mujahid expresó que Afganistán “no quiere inseguridad en la región, pero si entraremos en guerra, tenemos derecho a defendernos”. Y aunque ambos líderes aseguran que desean evitar un conflicto total, los hechos sobre el terreno contradicen ese mensaje. Ataques cruzados, acusaciones y provocaciones están generando un clima de creciente inestabilidad.

Un conflicto con eco geoestratégico

Este enfrentamiento no solo involucra a Afganistán y Pakistán. Su impacto llega a China, India, Irán y Rusia, países con intereses vitales en Asia Central. Además, el control efectivo de las rutas de comercio entre Asia Central y el sur de Asia depende de la estabilidad de esta zona. Las explosiones en Kabul el 9 de octubre —atribuida a drones paquistaníes por parte del gobierno afgano—, marcan un punto de inflexión dramático. Pakistán lo niega, pero el incidente refleja un patrón de escalada que puede atraer a actores regionales o globales.

La comunidad internacional observa con creciente inquietud. Naciones Unidas y Estados Unidos instan a la contención, pero su capacidad de presión es limitada debido a la falta de reconocimiento oficial al régimen talibán, lo cual restringe los canales diplomáticos formales.

¿Qué oportunidades se han perdido?

Estambul representaba la oportunidad más realista de redirigir el curso del conflicto. Era una ventana hacia una paz negociada, con mediadores capaces y el precedente de una tregua que, aunque frágil, había resistido casi un mes. Sin embargo, la incapacidad de plasmar compromisos en papel y la falta de propuestas sólidas terminaron condenando el proceso.

Ahora, con un diálogo en pausa indefinida, el futuro se torna incierto. La falta de voluntad para aceptar obligaciones claras indica que la desconfianza mutua prevalece sobre el pragmatismo. Sin avances diplomáticos, la región puede volver rápidamente a la violencia, con consecuencias devastadoras para ambos pueblos.

Una región atrapada entre guerras pasadas y futuros inciertos

Pakistán y Afganistán han compartido una historia de fronteras porosas, intercambio cultural, pero también conflictos sectarios y rivalidades políticas. Desde la invasión soviética en 1979 hasta la salida estadounidense en 2021, ambos países han sido peones y protagonistas de guerras ajenas y propias.

Hoy, la oportunidad de reconciliación choca contra fantasmas del pasado, intereses cruzados y el ascenso de grupos extremistas como el TTP. Recuperar la confianza y estabilizar la región requerirá más que voluntad política: exigirá soporte internacional, mecanismos formales de verificación y un compromiso conjunto para aislar a los actores violentos.

¿Será posible lograr la paz en esta ecuación compleja? ¿O estamos frente a una nueva fase de hostilidades crónicas? Por ahora, la tregua continúa... pero el reloj sigue corriendo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press