Tanzania en crisis: represión política y acusaciones de ocultamiento masivo tras elecciones sangrientas

Miles de personas enfrentan cargos de traición en medio de denuncias de masacres, represión sistemática y una democracia en peligro

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Un país en llamas tras una elección manchada de sangre

En las últimas semanas, Tanzania ha capturado la atención internacional por los alarmantes acontecimientos que han seguido a sus elecciones del 29 de octubre. Decenas de ciudadanos han sido acusados de traición por participar en manifestaciones vinculadas con los comicios, y la cifra se extiende a cientos en diversas regiones del país, marcando un capítulo oscuro en la historia política de esta nación africana.

Este evento no es solo una serie de disturbios post-electorales. Lo que se vive en Tanzania es, más bien, el reflejo de una crisis profunda en su sistema democrático. Las denuncias de asesinatos masivos, desapariciones forzadas y represión sistemática no han tardado en llegar, mientras el gobierno niega con énfasis todos los señalamientos en su contra.

Una cifra que estremece: más de 1,000 muertos según la oposición

Chadema, el principal partido opositor del país, ha denunciado que más de 1,000 ciudadanos fueron asesinados por las fuerzas de seguridad en las protestas derivadas de unas elecciones consideradas fraudulentas. No obstante, hasta el momento, no existe un conteo oficial confiable del número de muertos. La Iglesia Católica en Tanzania ha reforzado la preocupación, al declarar que probablemente fueron sacrificadas "cientos de vidas".

Se presume que el gobierno trató de ocultar la magnitud de la violencia, deshaciéndose de los cuerpos en secreto. Las imágenes disponibles de los funerales y los reportes de desapariciones masivas refuerzan este patrón de silenciamiento sistemático.

La criminalización de la oposición: una democracia bajo asedio

El caso más emblemático es el de Tundu Lissu, líder de Chadema, quien lleva meses encarcelado bajo cargos de traición, tras llamar a una reforma electoral pacífica. También han sido emitidas órdenes de arresto contra otros líderes del partido, como Brenda Rupia y John Mnyika.

Las medidas adoptadas por las autoridades tanzanas no solo buscan acallar la protesta social, sino también eliminar cualquier oposición política visible. Desde la restauración del multipartidismo en 1992, Tanzania no había registrado una persecución política tan sistemática.

Samia Suluhu Hassan: ¿una presidenta autoritaria?

La presidenta Samia Suluhu Hassan ascendió al poder en 2021, tras la muerte de su predecesor John Magufuli. En las elecciones de octubre, obtuvo más del 97% de los votos, según el tribunal electoral, en un proceso ampliamente cuestionado por observadores locales e internacionales.

Con 16 candidatos de minoritarios partidos sin capacidad de competir y los principales líderes opositores fuera de carrera, la legitimidad del proceso fue puesta en entredicho. La Unión Africana certificó que la elección “no cumplió con los principios normativos democráticos”, y Amnistía Internacional reportó detenciones arbitrarias, asesinatos extrajudiciales y desapariciones.

Muchos analistas afirman que Hassan ha proyectado una imagen de continuidad autoritaria y represión, por encima del cambio progresivo que se esperaba de su mandato. “La represión es más sistemática que con Magufuli”, alegan críticos. En lugar de encarnar el liderazgo femenino liberalizante que algunos imaginaban, habría optado por acentuar el control estatal.

Chama Cha Mapinduzi: el partido único tras una máscara democrática

Desde su independencia del Reino Unido en 1961, Tanzania ha sido gobernada por el partido Chama Cha Mapinduzi (CCM), que sigue manteniendo la hegemonía política. Este partido, que tiene lazos históricos con el Partido Comunista de China, ha evolucionado en apariencia, mas no en contenido democrático.

En la práctica, Tanzania ha funcionado como un estado de partido único. Y aunque el multipartidismo se instauró legalmente en los 90, ningún presidente fuera del CCM ha gobernado el país. Esto revela un patrón claro de manipulación estructural del sistema político.

¿Por qué el crimen de traición?

La utilización de la figura jurídica de “traición” para judicializar la protesta política es preocupante. El crimen de traición, en la mayoría de las democracias modernas, se reserva para casos de colaboración con el enemigo en tiempos de guerra, no para protestas civiles o manifestaciones contra procesos electorales.

Pero en Tanzania, decenas –y ahora cientos– de ciudadanos han sido acusados bajo este cargo. Esto no solo busca silenciar, sino también implantar un temor sistemático entre la población activista. Esta estrategia de judicialización extrema busca desincentivar cualquier disidencia futura.

La comunidad internacional levanta la voz... pero con cautela

Varias organizaciones internacionales de derechos humanos han condenado los abusos. Amnistía Internacional, Human Rights Watch y la Red de Defensores de Derechos Humanos del Este de África han publicado informes detallados sobre la crisis.

La Unión Africana también emitió un dictamen demoledor al declarar que las elecciones de Tanzania no cumplieron estándares democráticos. Sus observadores fueron testigos de relleno de urnas, entrega múltiple de papeletas e inclusive de votaciones sin escrutinio externo. Sin embargo, la comunidad internacional, en especial los países occidentales, ha sido inusualmente tibia en sus reacciones oficiales.

Los intereses geopolíticos en la región Este de África, estratégicamente ubicada y rica en recursos naturales, podrían estar incentivando cierta complicidad silenciosa por parte de actores internacionales.

El rostro humano de la tragedia

En ciudades como Arusha, Dar es Salaam y Mwanza, se suceden vigilias y funerales. Las familias relatan cómo sus hijos desaparecieron tras las manifestaciones. Algunos cuerpos han sido encontrados días más tarde en ríos o fosas comunitarias. En los barrios populares, la población vive con una mezcla de dolor, rabia y resignación.

Un testimonio anónimo recogido por medios independientes relata: “Mi hermano asistió a la protesta del 30 de octubre. No ha vuelto desde entonces. Nadie da razón de él. La policía dice que no ha sido arrestado, pero su teléfono estuvo activo hasta el día siguiente. Creemos que está muerto”.

¿Hay esperanza?

A pesar del sombrío ambiente, movimientos de jóvenes activistas y defensores de derechos humanos han logrado impulsar campañas digitales bajo hashtags como #TanzaniaDespierta y #JusticiaParaLissu. Estas iniciativas han sido fundamentales para llamar la atención internacional.

Además, organizaciones eclesiásticas y sindicatos comienzan a unirse en llamados a la paz y a abrir espacios de diálogo nacional. Sin embargo, mientras el gobierno mantenga su actual línea de represión, el riesgo de una espiral de violencia colectiva será difícil de evitar.

Una democracia atrapada en la encrucijada

El caso de Tanzania debería ser analizado no como una anomalía, sino como un ejemplo más de cómo en varios países de África se está librando una batalla entre la juventud pro-democracia y regímenes de poder enquistado.

Lo que está en juego no es cualquier política electoral; lo que se decide es el destino de una nación entera, su derecho a disentir, a elegir libremente, a protestar y a exigir un futuro democrático. Y mientras la traición siga siendo el precio por alzar la voz, el mundo no puede mirar hacia otro lado.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press