Entierran a exsecretario general ONU en cementerio de Lima

Entierran a exsecretario general ONU en cementerio de Lima
El presidente peruano Martín Vizcarra llega al sepelio de Javier Pérez de Cuéllar en Lima, Perú, el viernes 6 de marzo de 2020. (AP Foto/Rodrigo Abd)

LIMA (AP) — El exsecretario general de las Naciones Unidas Javier Pérez de Cuéllar fue enterrado el sábado en el más antiguo cementerio de Lima en una breve ceremonia.

Antes, su féretro había sido llevado a una iglesia jesuita del siglo XVI donde el cardenal peruano Pedro Barreto celebró una misa final y en la que lo llamó “artífice de la paz mundial”.

Luego su ataúd fue llevado al cementerio Presbítero Matías Maestro, ubicado en una zona humilde de la capital peruana que casi un siglo atrás era una zona residencial.

El cuerpo del dos veces secretario general ONU (1982-1991) fue colocado dentro de un mausoleo que posee su familia y donde reposa el cuerpo de su segunda esposa, fallecida en 2013.

El cementerio, abierto en 1808, tiene decenas de estatuas de ángeles, vírgenes y mausoleos de mármol donde están sepultadas familias enteras de comerciantes opulentos y políticos.

Al entierro de Pérez de Cuéllar, quien murió a los 100 años, asistieron varios ministros del gobierno del presidente Martín Vizcarra y diplomáticos peruanos. No hubo declaraciones a la prensa.

Los acompañaron decenas de soldados y un batallón de los cascos azules.

Vizcarra acompañó por media hora el velorio junto a Francisco y Agueda Pérez de Cuéllar, los dos hijos del más influyente diplomático peruano.

El gobierno ordenó izar las banderas peruanas a media asta en las embajadas de Perú y todas las oficinas públicas.

Pese a su enorme reconocimiento global, Pérez de Cuéllar no era un personaje popular entre los peruanos de a pie. No hubo colas masivas para ver su féretro y el acceso a la cancillería era limitado incluso para la prensa nacional e internacional.

Pérez de Cuéllar consiguió un histórico cese al fuego entre Irán e Irak en 1988, la paz entre el gobierno y la guerrilla en El Salvador y más tarde ayudó a restablecer la democracia en su natal Perú.

Álvaro de Soto, exembajador peruano en Francia y quien trabajó bajo las órdenes de Pérez de Cuéllar en la ONU, dijo a la AP que el fallecido diplomático tenía un raro sentido del equilibrio y la oportunidad “entre posiciones de contrincantes que se estaban tratando de matar”.

Recordó que Pérez de Cuéllar le comentaba “que todas las mañanas se ponía una bolsa de hielo encima de la cabeza para estar seguro de mantener la cabeza fría y no caer víctima de pasiones”.

“Yo creo que me lo decía metafóricamente, ¿no?, pero eso ilustra un poco su labor”, dijo De Soto, quien también es profesor visitante de la Escuela de Asuntos Internacionales de París.

Cuando asumió el cargo de secretario general de Naciones Unidas el 1 de enero de 1982, Pérez de Cuéllar era un diplomático peruano poco conocido. Luego, sus logros en busca de la paz llegaron por todo el globo, incluso en los minutos finales de su gestión, como ocurrió con el acuerdo de paz entre el gobierno salvadoreño y guerrilleros izquierdistas el último día de 1991.

En Perú se postuló sin éxito a la presidencia en 1995, pero fue derrotado por el entonces mandatario Alberto Fujimori (1990-2000). A los 80 años abandonó su retiro en París para hacerse cargo de la cancillería y de la presidencia del Consejo de Ministros durante la gestión del presidente Valentín Paniagua, quien gobernó Perú interinamente hasta julio de 2001.

La impecable trayectoria y credenciales democráticas de Pérez de Cuéllar contribuyeron entonces a dar credibilidad al gobierno provisional, el cual organizó nuevas elecciones.

Más tarde, el entonces presidente Alejandro Toledo (2001-2006) le pidió asumir la embajada peruana en Francia, cargo que mantuvo hasta 2004 y con el que finalizó su carrera diplomática.

Recibió doctorados honoris causa en decenas de universidades del mundo y fue condecorado en unos 25 países. En 1987 le dieron el premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional.

Tras su retiro se mantuvo fuera de la escena pública dedicándose a leer literatura, su segunda gran pasión, y también a escribir una novela ambientada en Lima llamada “Los Andagoya”.

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