El Pozole y El Zacahuil: Testimonios del Canibalismo en el México Antiguo

El Pozole y El Zacahuil: Testimonios del Canibalismo en el México Antiguo

La antropofagia se ha practicado en muchas partes del mundo y tienen varias razones las razones para hacerlo: disminuir la densidad demográfica que impera en sus territorios, crisis ecológicas que los orillan a consumir carne humana, la comunión con los dioses, por medio de un cuerpo divino y bendecido, o hasta integrar dioses, animales, objetos, paisajes y personas, como parte de un todo. En pocas palabras, aunque la mentalidad para realizar este tipo de prácticas tenga diferentes motivaciones, inclusive un trasfondo místico y profundo, no deja de ser espeluznante, para casi todo el mundo.

Desde tiempos antiguos, comer carne humana se consideraba un privilegio exclusivo de algunos estratos de las diversas sociedades como por ejemplo los guerreros podían consumir a los prisioneros que capturaban, mientras que había comerciantes que compraban algún cautivo, para disfrutarlo en un banquete en familia. Inclusive, hay civilizaciones que practicaron el canibalismo simbólico, es decir, que un Dios estuviera representado en ciertos elementos y que, al consumirlo, llegaran a experimentar una comunión divina.

Mucho se ha dicho acerca de los sacrificios humanos que se practicaban en América, antes de la llegada de los españoles y que desde luego, fueron motivo de horror entre ellos. Éstas, quedaron registradas en diferentes documentos náhuatls, en los que se hacía referencia del consumo de carne humana, como también en algunas fuertes hispánicas como es el Códice Florentino, del siglo XVI, escrito por Fray Bernardino de Sahagún, Las Cartas de Relación de Hernán Cortés así como la gran obra de Bernal Díaz del Castillo, La Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España.

Algunas de las fuentes anteriormente mencionadas, se calcula que las víctimas oscilaron entre 16,000 y 300,000 personas, ya fueran, niños, ancianos, guerreros o hasta mujeres embarazadas, las que terminaban sacrificadas, desmembradas, a veces cocinadas y consumidas, por otros seres humanos. Pero independientemente de la cantidad, sus razones eran casi siempre las mismas: motivos religiosos, cuestiones de adquirir las características de coraje y valentía de los guerreros o simplemente, por celebrar una ocasión especial. Cabe mencionar que pocas veces se practicaba por impartir un castigo.

El procedimiento para acabar con la vida de otro semejante en las civilizaciones prehispánicas, era básicamente cuando cuatro sacerdotes, colocaban a la víctima sobre la piedra de los sacrificios, ubicada en lo alto de las pirámides, concretamente en los templos de sus dioses y lo tomaban de los brazos y las piernas, formando una gran "X". Un quinto sacerdote, que portaba un filoso cuchillo de obsidiana, una resina volcánica, la base de todas sus armas, le abría el pecho. Cuando aún estaba latiendo, lo arrancaba del pecho. Lo ofrecía a los dioses o bien, lo comía en ese momento, dependiendo quien lo relatara. Soltaban el cadáver y lo arrojaban por los escalones, haciendo que la sangre los bañara todos.

Algunas personas llamados Cuacuacuiltin, llevaban al cuerpo a unas casas llamadas Calpulli, donde lo desmembraban y se lo comían crudo. Otras fuentes hablan de que los brazos y las piernas eran cocinados con diferentes chiles y maíz. Consideraban a la palma de las manos como un manjar exquisito y muy apreciado. Otra parte importante eran los muslos, que se dice que eran enviados a Moctezuma, que los repartía entre su gente favorita. El torso se entregaba a los animales salvajes que se tuvieran en cautiverio. Por su parte, la cabeza se colocaba en un altar o en el Tzompantli, una estructura hecha de palos de madera en los que se ensartaban y se dejaban en la intemperie, hasta que quedaban los cráneos descarnados, como trofeos.

Así, se dio origen al Pozole, llamado entonces "pozole guerrero", un platillo actualmente típico de nuestra gastronomía y elaborado en estados como Jalisco, Guerrero, Colima, Sonora, Guanajuato, Sinaloa, Tlaxcala y Nayarit. Sus tipos son blanco, verde con pepitas de calabaza y acelgas, rojo, vegano con setas u otras verduras, de mariscos, verde con pollo, negro con huitlacoche, verde con verdolagas. Son el resultado de cocinar granos de maíz, verduras y carne de puerco, res, pescados, mariscos o pollo.

El origen del Zacahuil o tamal gigante, es muy distinto pues si alguien violaba a una mujer indígena, su castigo era ser parte de este emblemático platillo huasteco y así, se hacía justicia. Se dice que un hombre anciano, enviado por Moctezuma para recaudar los tributos entre los pueblos huastecos, abusó de varias doncellas. Los familiares indignados, clamaron venganza. Así, lo mataron y utilizaron su carne para preparar el enorme platillo, que disfrutaron las víctimas de su crimen.

Envolvieron el cuerpo en una masa de maíz de aproximadamente dos metros de largo y a la cual le agregaron salsa y lo envolvieron en grandes hojas de plátano. Lo cocinaron en un horno de tierra y al grito de Tlanque cualantli (problema resuelto), lo comieron. La versión actual incluye carne de res, pollo, guajolote y cerdo, haciéndolo un verdadero manjar de la cocina de esa región y que es protagonista en las fiestas católicas más importantes como bodas, bautizos, y hasta velorios, simbolizando la comunión de todos.

Espero sinceramente que me perdonen, porque estoy consciente de que, al revelar el origen de algunos de ellos, a muchos de ustedes les voy a echar a perder sus platillos favoritos, lo cual no es mi intención. Pero espero que sabrán disculpar mi atrevimiento y los seguirán disfrutando, como lo han hecho hasta ahora. Ya sea el rico Pozole o el maravilloso Zacahuil, ambos tienen una misma constante: afortunadamente ya no llevan carne humana.

Publicado en Inicio » Bar y Vida »