Schiaparelli renace en la Semana de la Alta Costura: surrealismo, elegancia y libertad creativa

Cardi B con un cuervo, vestidos que fluyen como medusas y el legado perpetuo de Elsa Schiaparelli en París

Un inicio inusual: Cardi B y un cuervo en París

La Semana de la Alta Costura en París arrancó con una imagen que ha recorrido el mundo entero: Cardi B sosteniendo un cuervo vivo bajo los dorados pilares del Petit Palais. Vestida con un diseño a medida de Schiaparelli cubierto de flecos gráficos en blanco y negro, la rapera estadounidense encarnó el espíritu excéntrico, teatral y profundamente simbólico de la casa Schiaparelli.

Este no es un guiño aleatorio. Fundada por Elsa Schiaparelli en los años 30, la maison se convirtió en sinónimo del surrealismo aplicado a la moda: vestidos con langostas, sombreros-zapato y animales entre los bordados y accesorios. Casi un siglo después, Daniel Roseberry, actual director creativo de la firma, recupera esa tradición no convencional para la colección de otoño 2025.

Negro sobre blanco: un desfile monocromo cargado de significado

El desfile fue una apuesta radical por el contraste: todo en blanco y negro. Como si París hubiera sido despojada de color para dejarse invadir solo por sombras e intensidades, Schiaparelli escogió el monocromo como lienzo sobre el cual construir nuevas emociones textiles. “Casi como si el mundo se hubiera detenido”, comentó Roseberry al final del show.

El ambiente era absolutamente cinematográfico. Entre las invitadas estaban Dua Lipa y Hunter Schafer, irradiando glamour en primera fila. Sin embargo, lo que desfilaba sobre la pasarela era mucho más que espectáculo: eran ideas. Vestidos que se movían como medusas de las profundidades, chaquetas con cinturas y caderas moldeadas sin corsés tradicionales, foulards cosidos con cintas métricas, todo parecía construido desde la experimentación y la ausencia de reglas fijas.

Adiós al corsé: más allá de las críticas

Tras varias temporadas empleando siluetas ultraestructuradas que rozaban la escultura corporal, Roseberry escuchó a los críticos y replanteó su aproximación al cuerpo. En esta colección, abandonó los corsés icónicos que le habían dado forma a sus propuestas más famosas, y en su lugar, trabajó con prendas más elásticas, fluidas, que permitían a los cuerpos moverse y respirar. Una evolución que no traiciona el espíritu de Elsa Schiaparelli, sino que lo reafirma: una moda que abraza el cambio constante.

Inspiración histórica: Schiaparelli y su exilio en 1940

La colección también se inspiró en uno de los momentos más dramáticos en la vida de Elsa: su huida de París en 1940 durante la ocupación nazi, rumbo a Nueva York. Ese instante de incertidumbre y reconfiguración interna se expresó en cada silueta, en cada ruche, en cada hebilla que parecía sostener no solo una prenda, sino una época. Así lo explicó Roseberry: “Era un momento en el que la vida y el arte estaban al borde del precipicio”.

Algunos diseños incluso incorporaban referencias directas a las técnicas del siglo XX, con puntos suizos bordados a mano y telas elaboradas artesanalmente en los talleres más antiguos de París. Se trataba de una danza entre la modernidad y la memoria, entre lo nacido del trauma y lo rescatado desde la belleza.

Más que moda: Schiaparelli como laboratorio creativo

La Alta Costura no es simplemente lujo o espectáculo. Como lo demostró esta entrega, es también laboratorio de ideas, lugar de resistencia artística frente a la estandarización y la cultura del "fast fashion". Como bien apuntó Roseberry: “Chanel pensaba en lo útil de la ropa para la mujer. Elsa pensaba en lo que la moda podía llegar a ser".

Esa visión es crucial en un tiempo donde cada vez más procesos creativos se ven amenazados por algoritmos y eficiencia robótica. Schiaparelli representa el arte textil como forma de libertad, de provocación y de pensamiento estético. Y lo hace invocando tanto el pasado glorioso como el deseo incansable de mirar hacia adelante.

Un desfile con ecos históricos en el Petit Palais

Elemento clave en esa lectura fue la elección del Petit Palais como escenario. Este mismo sitio alberga actualmente una exposición dedicada a Charles Worth, considerado el padre de la alta costura en el siglo XIX. La coincidencia no podía ser más simbólica: los orígenes de la alta moda encontrándose con su más punzante evolución moderna.

Worth elevó la costura a arte. Schiaparelli la desafió desde el arte. Roseberry ahora la redescubre como performance, poesía y provocación. Una línea temporal de casi dos siglos que se conectó en una misma sala, en un instante en el que Cardi B y un cuervo acaparaban todos los flashes.

El legado eterno de Elsa Schiaparelli

Elsa Schiaparelli no fue lo que entendemos como clásica. No tejía desde lo obvio. Su amistad con Salvador Dalí fue solo una de las muchas señales de su vocación artística. Inventó colores (el shocking pink), subvirtió formas, e hizo que el arte coincidiera con el cuerpo.

Convertir langostas en vestidos bordados era para ella una manera de cuestionar el sistema, de romper convenciones. Como mujer, se adelantó a sus tiempos. Como creadora, sigue marcando el compás de las revoluciones textiles.

Un momento de madurez para la casa relanzada

Desde su relanzamiento en 2012 (y la llegada de Roseberry en 2019), Schiaparelli ha logrado algo inusual: cautivar a Hollywood, inspirar a la industria y sostener un discurso coherente sin ceder ante el mercado masivo. Celebridades como Bella Hadid, Kim Kardashian o Zendaya han desfilado sus modelos en alfombras rojas. Pero esta vez, París ha sido el verdadero escenario de la magia.

Más que moda, esta colección fue una apuesta por la emoción. Un recordatorio de lo que puede lograrse cuando se desafían las normas y se revalorizan los mensajes. Como la misma Roseberry concluyó: “La Alta Costura tiene que ser lo que aún no existe, lo que aún no se ha visto. Porque solo así podemos crear futuro”.

¿La Alta Costura sigue siendo relevante?

Muchos se preguntan hoy si la Alta Costura todavía tiene sentido. Y la respuesta está en colecciones como esta. No solo por la complejidad técnica —que sigue siendo asombrosa— sino por la fuerza conceptual que guarda cada prenda.

En tiempos en que la IA puede "diseñar" una camisa en segundos, ¿qué lugar queda para el humano que borda a mano cada hilo? Precisamente ahí es donde la Alta Costura resiste: en el detalle, en el proceso, en el gesto lento y reflexivo del que aún cree en el poder del arte dentro de la moda.

París sigue siendo su epicentro. Y Schiaparelli, su fuerza más inquieta.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press