El poder del activismo juvenil ante la crisis climática: ¿por qué el gobierno de EE.UU. silencia a su próxima generación?

La eliminación del Consejo de Preparación Juvenil de FEMA refleja una preocupante tendencia: marginar a los jóvenes en la lucha contra el cambio climático, justo cuando más los necesitamos.

Un joven en el epicentro del calor extremo

Ashton Dolce, un adolescente de 17 años que creció en Scottsdale, Arizona, no necesitó leer informes científicos para convencerse de los peligros del cambio climático. Lo vivió en carne propia. Tras presenciar cómo amigos y familiares colapsaban por las olas de calor en Phoenix, Ashton comenzó a hacerse una pregunta angustiante: “¿Por qué nuestros líderes no hacen más para protegernos?”

Este despertar lo llevó a involucrarse activamente en su comunidad, organizando manifestaciones, recolectando firmas y exigiendo, entre otras cosas, que la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) reconozca el calor extremo como una causa válida para declarar desastres mayores. Su pasión lo llevó más lejos de lo que imaginaba: fue escogido como uno de los 15 jóvenes en todo el país para integrar el Consejo de Preparación Juvenil de FEMA, un programa que durante 13 años buscó empoderar a jóvenes líderes en gestión de desastres.

Una oportunidad histórica... que terminó en silencio

Sin embargo, lo que prometía ser una oportunidad transformadora terminó en frustración. En enero de 2025, los jóvenes recibieron un escueto correo: la cumbre final del programa en Washington D.C. había sido cancelada. Luego vino el silencio. Las reuniones se detuvieron. En agosto, llegó la noticia definitiva: el programa sería eliminado anticipadamente.

“Le invertimos muchísimo tiempo y ahora nos lo quitan sin explicación”, lamentó Dolce. Y no es una queja aislada: lo mismo ocurrió con otros programas juveniles federales relacionados con el clima, como AmeriCorps, que sufrió recortes presupuestarios en abril de ese mismo año, obligando a 2.000 jóvenes de la National Civilian Community Corps a abandonar sus actividades.

Una bomba de tiempo: la disolución de capacidad institucional

¿Por qué estos recortes? Un comunicado interno de FEMA argumentó que la medida buscaba que la agencia fuese “más ligera y desplegable”, concentrando su energía en apoyar a los estados. Pero muchos expertos del sector lo ven como una grave señal de debilitamiento institucional.

Desde que inició el segundo mandato del presidente Donald Trump en 2025, FEMA ha sufrido una desinversión masiva: reducción de personal, retraso en entrenamientos esenciales, eliminación de programas clave para la atención de emergencias y recortes presupuestarios millonarios.

Chris Reynolds, coronel retirado de la Fuerza Aérea y actual vicepresidente en American Public University System, fue tajante: “Esto es una oportunidad perdida para formar la próxima generación de gestores de emergencias. Yo tengo más de 45 años en el campo. ¿De dónde saldrán los nuevos líderes?”

Juventud como motor del cambio

La decisión de cerrar estos programas no solo afecta a unas pocas decenas de estudiantes. Envía un mensaje paralizante: las voces jóvenes no importan. Y sin embargo, son precisamente estas generaciones las que están más comprometidas y capacitadas para enfrentar las crisis climáticas del siglo XXI.

Monica Sanders, profesora del programa de gestión de emergencias de la Universidad de Georgetown, advierte que la agencia está perdiendo una invaluable fuente de conocimientos: “En muchos contextos culturales, los jóvenes lideran el trabajo de preparación: campañas virtuales, ayuda mutua, reunificación de víctimas. Son aportes que FEMA no puede reproducir sola”.

El testimonio de Sughan Sriganesh, compañero de Dolce e integrante del consejo desde Nueva York, refleja esa resiliencia: aun sin apoyo oficial, él y sus pares terminaron de forma independiente un proyecto comunitario para ayudar a agricultores con recursos frente a desastres naturales. “Esto demuestra por qué nos eligieron”, afirmó.

El nuevo rostro de la preparación climática

La emergencia climática exige no solo preparación técnica, sino también innovación cívica. Y los jóvenes han respondido con creatividad. Mientras gobiernos retroceden, ellos avanzan. Desde manifestaciones contra megaproyectos hasta plataformas educativas sobre sostenibilidad, el activismo juvenil está transformando el panorama.

El fenómeno mundial de Fridays for Future, impulsado por Greta Thunberg, o iniciativas locales como la de Ashton y Sughan, demuestran que los jóvenes no solo comprenden la ciencia climática: están dispuestos a repensar las estructuras sociales, económicas y políticas para enfrentar el desafío.

¿Qué ocurre cuando se apaga una voz joven?

La eliminación del Consejo de Preparación Juvenil de FEMA no es solo una medida administrativa: es una declaración de prioridades. ¿Qué mensaje se le da a un joven de 16 años que quiere aportar soluciones? ¿Que su voz no es relevante? ¿Que sus ideas son desechables?

Estos recortes no solo perjudican a los jóvenes. Perjudican a todos. Perder la participación de nuevas generaciones implica debilitar la resiliencia comunitaria, limitar la innovación y perpetuar la dependencia sobre estructuras ineficaces. En un país golpeado por huracanes, incendios, sequías y olas de calor sin precedentes, esa es una jugada suicida.

Un panorama más amplio: desinversión federal y crisis democrática

La postura de la administración actual se enmarca dentro de un enfoque político que busca transferir la responsabilidad del manejo de desastres del ámbito federal al local. Esto implica que cada estado debe resolver sus crisis con menos coordinación y recursos.

En teoría, la autonomía local puede facilitar respuestas rápidas. En la práctica, ha llevado a mayores desigualdades, fragmentación de recursos y comunidades vulnerables cada vez más expuestas. Y si además excluimos el talento juvenil, el panorama empeora.

Lecciones anticipadas de una catástrofe

Los científicos advierten que la ventana para mitigar los peores efectos del cambio climático se está cerrando. Más de 3.6 mil millones de personas viven en lugares altamente vulnerables al calentamiento global (IPCC, 2022). Estados Unidos no es la excepción. Si la juventud, el principal motor de cambio social, es silenciada, ¿quién quedará para levantar la voz?

Camila Zepeda, negociadora mexicana en tratados ambientales, lo expresó así tras enterarse que productos plásticos liberan sustancias químicas nocivas en todos los rincones del planeta: “Esto es preocupante a nivel global”. ¿Qué esperanza nos queda si además limitamos la educación climática de nuestras juventudes?

Contra el olvido: una generación que no será silenciada

A pesar de la desilusión, Dolce y otros ex-miembros del consejo no han perdido su impulso. Planean continuar sus proyectos y buscar nuevas formas de hacer incidencia. Saben que el sistema los ha dejado de lado. Pero también saben que, en un planeta que arde, su pasión puede ser lo que lo salve.

“Resiliencia no es adaptarse solamente. Es resistir con propósito”, dijo Ashton en una reciente charla comunitaria. Y parece que esta vez, quienes se consideran la “generación perdida”, volverán a hacerse oír. Con fuerza. Y con razón.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press