Bad Bunny, mucho más que un artista: el fenómeno cultural que está transformando Puerto Rico

Cómo el 'conejo malo' ha revitalizado la economía local, redefinido el turismo e impulsado la identidad cultural de la isla

En Puerto Rico, una revolución silenciosa baila al ritmo del reguetón. Miles recorren el supermercado donde trabajó como empacador, hacen fila para ver los murales en su honor, toman fotos donde servía como monaguillo, y hasta pagan tours por su ciudad natal, Vega Baja. El epicentro de este fenómeno se llama Bad Bunny, y su impacto va mucho más allá de lo musical: es cultural, económico y, para muchos, espiritual.

De los pasillos del Econo al estrellato global

Para entender la magnitud del fenómeno, hay que retroceder a 2016. Benito Antonio Martínez Ocasio, conocido mundialmente como Bad Bunny, dejó su trabajo como cajero en el supermercado Econo de Vega Baja. Dos años después lanza su álbum debut X100PRE, y el resto es historia.

Pero su ascenso meteórico no se quedó en las listas de Spotify o los premios internacionales. Bad Bunny no ha olvidado sus raíces. Al contrario, ha llevado a Puerto Rico consigo en cada estrofa, en cada video, en cada concierto. Lo que ha creado es un nuevo modelo de estrella que no escapa de su origen, sino que lo celebra y lo transforma.

Un efecto económico sin precedentes

Este verano, su residencia de conciertos en San Juan —de junio a septiembre— revitalizó una economía debilitada por la deuda, los huracanes y la pandemia. El impacto cuantificable es sorprendente:

  • US$200 millones generados por paquetes turísticos vinculados a sus conciertos, según Discover Puerto Rico.
  • 48,000 noches de hotel reservadas durante la temporada baja.
  • 600,000 personas se esperan como parte del público total en la serie de conciertos.
  • 10% más de reservas hoteleras comparado con el año anterior.
  • 42% de aumento en alquileres a corto plazo en agosto y 61% en septiembre.
  • 7% más vuelos desde Estados Unidos hacia el aeropuerto principal de la isla.

“Estamos viendo cómo un artista puede cambiar el curso económico de un territorio con su sola presencia”, comenta Ricardo Cortés Chico, vocero de Discover Puerto Rico. “Y lo está haciendo sin vender playa. Lo está vendiendo con cultura.”

El nuevo turismo: cultura primero

Tradicionalmente, los turistas visitaban lugares como El Yunque, el Viejo San Juan o las playas de Isla Verde. Hoy, gracias a Bad Bunny, el mapa turístico se ha redibujado. Visitantes recorren Cabo Rojo, Ciales, Vega Baja, Caguas y otras localidades antes ignoradas.

Y no se trata de atracciones artificiales. Se visitan escuelas, supermercados y hasta cafeterías mostradas en sus videos o mencionadas en sus letras. Ejemplo de esto son:

  • La Casita Blanca, un restaurante familiar donde fue fotografiado comiendo y que ahora requiere hasta dos horas de espera.
  • Gira "Café con Ron" en Ciales, con música tradicional en vivo.
  • Gira "Debí Tirar Más Fotos", un tour en bicicleta por zonas humildes de San Juan, organizado por la ONG G8.

“Lo que Benito está haciendo no lo había hecho ningún artista antes: darle un valor inmenso a lo local”, señala Wilson Santiago Burgos, creador de la plataforma de viajes Mochileando. “Está ayudando a que la gente consuma cultura puertorriqueña auténtica.”

Vega Baja: el nuevo santuario pop

En su ciudad natal, el fenómeno ya es cotidiano. Decenas de turistas visitan a diario el mural de 12 metros de Bad Bunny pintado sobre una ferretería. Posan con gorras que dicen “PR”, como si fueran reliquias. Pagan $40 por visitas guiadas al supermercado, escuela y otros hitos de su niñez.

“Nunca pensé que la gente quisiera ver el supermercado donde trabajaba”, admite Heidy Crespo, quien organiza los recorridos. “Pero estoy feliz de ver cómo se emocionan. Les brillan los ojos.”

Padres e hijos están haciendo viajes intercontinentales. Como los Villanueva, quienes volaron desde Suiza con un presupuesto de $5,000 para experimentar la “aventura Bad Bunny”. “Increíble. Delirante”, dijo el hijo de 23 años tras el recorrido.

Universidades, ONG’s y emprendedores: todos ganan

Estudiantes universitarios también han ingresado al mercado. Julietta Dasilva, fanática desde hace años que vive en Denver, decidió reservar un tour de $45 que ella misma descubrió por redes, guiado por estudiantes locales. “Quiero hacer esto bien, no algo comercial”, dijo antes de volar.

ONG como Acción Valerosa y G8 han aprovechado para recaudar fondos organizando experiencias culturales gracias a la atención que Bad Bunny ha traído. Según ambas organizaciones, estos tours han generado miles de dólares que serán reinvertidos en proyectos sociales.

Una narrativa de orgullo y resiliencia

Bad Bunny canta sobre la vida cotidiana puertorriqueña: sobre apagones, sobre el calor del Caribe, sobre el amor y sobre la lucha por la identidad. Lejos de la superficialidad pop, su mensaje es poderoso:

“Esta es la patria que amo… Los invito a conocerla” —Bad Bunny

Este discurso ha calado profundamente no solo en fanáticos locales, sino también en puertorriqueños de la diáspora. “Hay algo sanador al ver a alguien de aquí triunfar sin tener que adaptarse a otro molde”, dice Mariana Figueroa, socióloga de la Universidad de Puerto Rico. “Nos hace sentir que no tenemos que irnos ni transformarnos para valer.”

Más allá del turismo: un modelo de identidad

En un país históricamente subestimado y politizado por su estatus territorial, Bad Bunny está escribiendo una nueva narrativa. En ella, ser puertorriqueño es algo de lo que estar orgulloso, algo que se comparte al mundo, una fuerza cultural imposible de ignorar.

En una época en que otros artistas abandonan sus raíces, Benito las abraza con aún más fuerza. Y en ese proceso, ha llevado con él a toda una nación.

Ya no se trata solo de conciertos. Es un movimiento. Es una declaración de orgullo. Es Bad Bunny y es Puerto Rico haciéndose escuchar.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press