Trump y el voto en EE.UU.: ¿Hacia una democracia a la carta?

Con una serie de maniobras que desafían precedentes democráticos, el expresidente está usando su influencia para moldear las elecciones legislativas de 2026 a su favor.

Una ofensiva electoral sin precedentes

Donald Trump no es un político convencional, y su influencia en la política estadounidense sigue siendo arrolladora incluso después de haber terminado su primer mandato. En los meses más recientes, ha desplegado una serie de tácticas destinadas a asegurarse de que su partido, el Republicano, mantenga el control del Congreso en las elecciones intermedias de 2026. Estas acciones tienen implicaciones profundas no solo para la política electoral, sino para la esencia misma de la democracia estadounidense.

Desde redibujar mapas electorales hasta ordenar investigaciones a entidades vinculadas al Partido Demócrata, las estrategias de Trump están siendo calificadas por expertos y opositores políticos como maniobras propias de regímenes autoritarios. ¿Está Trump empujando a Estados Unidos hacia un modelo democrático a la carta?

Dibujo electoral a medida: redistritación como arma política

Uno de los frentes más destacados donde Trump ha ejercido presión directa es el redibujado de los mapas legislativos. Ha instado a los estados bajo control republicano, como Texas, Indiana y Missouri, a modificar sus distritos electorales para garantizar más bancas favorables al GOP (Grand Old Party). En Texas, por ejemplo, se busca añadir hasta cinco nuevos distritos "seguros" para los republicanos, basándose en los resultados de las elecciones presidenciales de 2024, en las que Trump ganó cómodamente.

Este tipo de intervenciones suelen ocurrir tras decisiones judiciales o censos nacionales, pero rara vez —por no decir nunca antes— como resultado directo de un presidente instando a modificar distritos por interés partidario. Esto ha alarmado a académicos como Larry Diamond de la Universidad de Stanford, quien advierte: “El último paso para convertir una democracia en una autocracia es manipular el proceso electoral”.

El Departamento de Justicia al servicio del plan político

Trump también ha ordenado al Departamento de Justicia (DOJ por sus siglas en inglés) abrir una investigación sobre ActBlue, una plataforma de donaciones utilizada ampliamente por candidatos demócratas. Aunque no se han presentado pruebas públicas de irregularidades significativas, el DOJ también ha solicitado datos detallados de registro de votantes a 19 estados, incluidos California y Minnesota, lo que ha encendido alarmas sobre una posible purga de votantes “no elegibles”.

Ian Bassin, director ejecutivo de la organización no partidista Protect Democracy, argumenta que estas prácticas son típicas de estados autoritarios: “Son acciones que no ves en democracias saludables”. Bassin recuerda que ya en 2020 Trump intentó deslegitimar los resultados de las elecciones con acusaciones infundadas y presiones a instituciones clave del Estado.

Volver a cuestionar el voto por correo y los sistemas de votación

En otro frente, Trump ha renovado su arremetida contra las boletas enviadas por correo —una forma de voto muy utilizada por los demócratas— y contra las máquinas electrónicas de votación. En una publicación reciente en redes sociales, el expresidente anunció su intención de liderar un movimiento para prohibir ambas formas de sufragio.

La ironía es que en 2020 él mismo promovió el voto por correo antes de rechazarlo cuando las encuestas comenzaron a mostrar una ventaja demócrata. "Nunca podrás tener una democracia real con boletas por correo", aseguró Trump en una reunión con el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy.

Campaña de miedo y militarización del ambiente político

Trump no ha escatimado recursos: ha promovido medidas que llevan a una mayor presencia de fuerzas federales en comunidades tradicionalmente demócratas o diversas, como el caso de los operativos en Columbia Heights (Washington D.C.). Las imágenes de agentes fuertemente armados y vecindarios en silencio evocan un país en estado policial más que una democracia vibrante.

Vecinos como Gloria Gómez, vendedora ambulante, señalan que la presencia masiva de autoridades ha paralizado la vida cotidiana: “Negocios peores que en la pandemia”, reporta. Este ambiente tenso y de vigilancia constante acentúa el mensaje subyacente: cuestionar el statu quo puede tener consecuencias.

El Congreso en la cuerda floja

El trasfondo de todas estas maniobras es sencillo: los republicanos apenas tienen una mayoría de tres escaños en la Cámara de Representantes. Trump sabe que perder esa ventaja podría bloquear su agenda política y facilitar nuevos intentos de juicio político. Por eso, ha recurrido a tácticas sin precedentes para conservar el poder.

En palabras de Larry Diamond: “Es pura ventaja partidista disfrazada de reformas”. Y como la historia reciente ha demostrado, la pérdida del control legislativo puede tener consecuencias dramáticas para cualquier presidente: los demócratas lo usaron como base para iniciar los dos juicios políticos contra Trump durante su primer mandato.

Un equilibrio delicado para el Partido Republicano

Aunque algunos líderes republicanos aplauden las acciones de Trump, otros están comenzando a expresar dudas. Casos como el del senador Lindsey Graham, quien afirma que Trump está dispuesto a "destrozar la economía rusa" si Putin no entra en negociaciones con Zelenskyy, muestran que el expresidente también utiliza su poder simbólico en la política exterior como carta de cambio política dentro del país.

El problema es que pocas voces dentro del partido están dispuestas a oponerse frontalmente a su liderazgo. En su segundo mandato, Trump ha reforzado su lealtad interna y ha sustituido a funcionarios independientes con aliados fieles.

¿Un escenario repetido para 2026?

La historia electoral de EE.UU. establece que los partidos que ocupan la presidencia generalmente pierden bancas en el Congreso durante las elecciones de medio término. En 2018, los demócratas aprovecharon este patrón para arrebatarle el control de la Cámara a Trump, lo que limitó su poder político.

Ahora, con la experiencia del 2020 en la memoria colectiva y nuevas estrategias desde la Casa Blanca, Trump busca cambiar esa narrativa. Afirma que su batalla es por la democracia, aunque muchos afirman que sus acciones buscan proteger un modelo de poder personalista más que las instituciones.

“Lo que estamos viendo no es solo una intervención en las elecciones. Es un ensayo general para lo que podría ser un segundo mandato completamente desconectado de las normas democráticas”, alerta Bassin.

¿Democracia o autocracia en versión americana?

A lo largo de la historia, incluso los presidentes más influyentes se han sometido a las reglas del juego democrático. Lo que cambia ahora es que Trump parece empeñado en reescribir esas reglas a su favor. La separación de poderes, la autonomía estatal en decisiones electorales y la independencia institucional han sido puestas a prueba como nunca antes.

La democracia estadounidense, con su sistema federalista y su red de pesos y contrapesos, ha resistido crisis anteriores. Pero la pregunta central sigue sin respuesta: ¿será capaz de sobrevivir a un líder que se niega a aceptar derrotas y rediseña el juego político para que siempre le favorezca?

Como dijo el senador Richard Blumenthal a la prensa: “La única manera de que Putin se siente a negociar es mostrar fuerza. Y esa misma receta podría aplicarse internamente para proteger el corazón de nuestra democracia”.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press