¿Debe Israel ser vetado del deporte internacional? Una mirada crítica a los límites del activismo deportivo

El conflicto en Gaza provoca una ola de reacciones deportivas en Europa con llamados al boicot contra Israel, generando un complejo debate sobre política, ética y deporte

El deporte, nuevo campo de batalla diplomática

La conexión entre deporte y política muchas veces es inevitable, pero en semanas recientes, la presencia de Israel en competiciones internacionales ha reavivado una controversia global. Desde carreras ciclistas interrumpidas por protestas en España hasta silbidos durante el himno israelí en Polonia, el mensaje de los activistas es claro: el deporte no puede ignorar el conflicto en Gaza.

¿Estamos frente a una nueva oleada de boicots deportivos como los que enfrentó Sudáfrica durante el apartheid o Rusia tras la invasión a Ucrania? El caso de Israel abre un intenso debate donde se cruzan ética, diplomacia, derechos humanos y la supuesta neutralidad del deporte.

El caso español: la Vuelta a España y un primer llamado al boicot

Fue durante la etapa final de la Vuelta a España, una de las competencias ciclísticas más importantes del mundo, donde se vivió un momento tenso que trascendió lo deportivo. Manifestantes pro-palestinos bloquearon el recorrido, generando caos e interrupciones, y captaron la atención del mundo.

La reacción del presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, fue inmediata y sorprendente. No solo respaldó a los manifestantes, sino que fue más allá: pidió que Israel sea excluido de eventos deportivos internacionales hasta que "la barbarie en Gaza" termine.

Este tipo de declaración no tiene precedentes recientes en Europa occidental, sobre todo viniendo de la autoridad política de un país anfitrión del Mundial 2030 y futura sede del Tour de Francia.

Eurovisión en la mira

La presión no solo viene del deporte. Varios países europeos, entre ellos España, Irlanda, Islandia y Noruega, amenazaron con retirarse del Festival de Eurovisión, un evento fuertemente seguido en Israel, si ese país no es expulsado de la competencia.

Los organizadores hasta ahora se han mantenido firmes, pero el boicot cultural encuentra eco en figuras del cine y del arte que llamaron a boicotear festivales y producciones israelíes, lo cual recuerda los tiempos en que artistas se negaban a actuar en Sudáfrica.

Comparativa con Rusia: ¿doble estándar?

Desde 2022, tras invadir Ucrania, Rusia fue expulsada de múltiples competencias deportivas, incluido el fútbol europeo, el básquetbol y los Juegos Olímpicos. Sus deportistas solo pueden competir bajo bandera neutral. ¿Por qué no ocurre lo mismo con Israel?

Según el Comité Olímpico Internacional (COI), el caso es distinto. Christophe Dubi, director ejecutivo del COI para los Juegos Olímpicos, explicó recientemente: “No se han alcanzado las condiciones legales necesarias para tomar medidas contra Israel como se hizo con Rusia”.

La diferencia central, alegan las organizaciones deportivas, es que aún no se ha demostrado que Israel haya violado la Carta Olímpica o se haya anexionado territorios al modo de Rusia.

FIFA y UEFA en silencio frente a las presiones

La FIFA, por su parte, ha evitado dar declaraciones contundentes. Sabe que una exclusión traería consecuencias graves, no solo políticas, sino también legales. Además, la Federación Palestina de Fútbol ha presentado varias quejas formales desde hace años, solicitando la expulsión de Israel por su trato hacia deportistas palestinos, sin mayor respuesta.

En Europa, los partidos de clasificación para torneos han seguido como estaba previsto, aunque no sin rechazo. Equipos como Noruega e Italia han expresado públicamente sentirse incómodos por tener que enfrentar a Israel.

“No jugar también significa decir claramente que no vamos al Mundial”, declaró Gabriele Gravina, presidente de la Federación Italiana de Fútbol, al respecto de un próximo encuentro contra Israel. “Sería una victoria para Israel por default”, lamentó.

El peso del activismo de los aficionados

Las reacciones no se limitan a los políticos. La base del descontento se ve en los estadios. En septiembre, durante un partido de baloncesto Eurobasket en Polonia, se escucharon silbidos durante el himno israelí y protestas en las afueras del recinto.

En la final de la Champions League en Múnich, aficionados del PSG desplegaron pancartas en francés que decían: “Stop Genocide in Gaza”. Pese a que la UEFA prohíbe mensajes políticos, no hubo sanciones.

Estos actos van más allá del espectáculo. Son manifestaciones políticas dentro de una arena normalmente reservada para el entretenimiento. Aquí, el silencio institucional contrasta con el rugido del público.

Israel responde con fuerza: “antisemitismo” como defensa

La respuesta israelí al llamado de Sánchez fue inmediata. El ministro de Relaciones Exteriores, Gideon Saar, lo calificó como un “antisemita y mentiroso”. Declaraciones duras que reflejan la creciente sensibilidad del gobierno israelí ante la crítica internacional.

Israel rechaza las comparaciones con Rusia o Sudáfrica y argumenta que su ofensiva militar es una respuesta legítima al ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023, en el que murieron cientos de civiles.

“La situación es compleja”, aseguran desde sus instituciones, y acusan a los manifestantes pro-palestinos de politizar eventos deportivos que deberían seguir siendo neutrales.

Boicots deportivos en la historia: ¿sirven de algo?

En los años 70 y 80, el mundo optó por aislar a Sudáfrica del deporte internacional como castigo por el apartheid. El país africano estuvo 32 años fuera de los Juegos Olímpicos y fue excluido de mundiales de rugby y fútbol, una decisión que, según muchos expertos, aceleró el fin del régimen racial.

En contraste, Rusia enfrentó un veto casi inmediato tras su invasión a Ucrania en 2022. La presión fue tal que incluso los Juegos Olímpicos de París 2024 se celebrarán sin la bandera rusa.

Con Israel, sin embargo, no se ha activado el mismo mecanismo de aislamiento. ¿Por qué? Las razones son múltiples: geopolítica, alianzas con potencias occidentales, falta de consenso en organismos internacionales y un contexto donde el tema israelí-palestino divide incluso a las sociedades civiles.

¿Un cambio de marea?

Lo que sí es cierto es que, según el analista Antoine Duval del Instituto Asser de Países Bajos, hay señales de un cambio de percepción global: “Hasta ahora no habíamos visto este tipo de indignación contra las acciones de Israel en Gaza. Pero creo que esa marea está cambiando.”

Mientras tanto, Israel sigue compitiendo. El club Maccabi Tel Aviv continúa programado para medirse a Aston Villa en la Europa League; Canadá recibió al equipo israelí de Copa Davis a puertas cerradas por seguridad, y federaciones como la de basquetbol de Irlanda han lamentado no poder cancelar partidos contra Israel sin sufrir sanciones deportivas y financieras.

¿Qué sigue en este conflicto?

El riesgo para las federaciones no es menor. Negarse a jugar implica forfeits automáticos y posibles sanciones económicas, pero aceptar podría ser visto como una forma de legitimación de un estado acusado de crímenes de guerra por parte de múltiples ONGs.

En esta encrucijada, el deporte se ve forzado a tomar postura, aunque sea con su propio silencio. Y eso, en tiempos tan polarizados, ya es una declaración.

Quizás el objetivo no es que Israel sea expulsado mañana de los Juegos Olímpicos, sino visibilizar, provocar debate y reconocer que el deporte, como todo en la sociedad, no puede ser ajeno a la injusticia.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press