El modelo Orbán: ¿Está Donald Trump replicando la fórmula autoritaria húngara en EE.UU.?

De la censura a comediantes a la presión sobre redes sociales y medios: un recorrido por la preocupante influencia del estilo de Viktor Orbán en la política de Donald Trump

Un patrón preocupante

Desde su llegada a la Casa Blanca en 2017, Donald Trump ha mantenido una relación turbulenta con los medios de comunicación estadounidenses. Pero su segunda presidencia ha mostrado un viraje aún más preocupante: ahora, las tácticas de presión se asemejan cada vez más al estilo autoritario de líderes como Viktor Orbán en Hungría.

La suspensión reciente del programa de Jimmy Kimmel en ABC, tras haber hecho comentarios críticos con el movimiento MAGA y la administración de Trump, marca un punto de inflexión. Más allá del humor nocturno, el episodio exhibe una estrategia sistemática de silenciamiento.

Entre aplausos y censuras

La respuesta de Trump en su plataforma Truth Social fue inequívoca:

“Felicidades a ABC por tener el valor de hacer lo que debía hacerse”

Pero esto no fue un hecho aislado. Apenas semanas antes, Stephen Colbert también fue cancelado por CBS luego de haber criticado públicamente el acuerdo judicial entre Trump y la cadena. Aunque la empresa alegó razones económicas, el exmandatario no ocultó su satisfacción y adelantó que «Kimmel sería el próximo». Dicho y hecho.

Inspiración desde Budapest

Los paralelismos con Viktor Orbán no son sutiles, y en muchos sentidos, parecen deliberados. El primer ministro húngaro ha sido un modelo para la nueva derecha nacionalista. No por casualidad, Trump se ha referido a él como un “líder fuerte” y ha elogiado su enfoque en el control mediático y la soberanía nacional.

Desde 2010, Orbán ha consolidado un auténtico imperio mediático pro-gubernamental. Según Reporteros Sin Fronteras, cerca del 80% de los medios en Hungría están alineados con su partido Fidesz. En 2018, los aliados de Orbán donaron más de 500 medios a un conglomerado controlado por el Estado.

¿Cómo logró ese control? Comprando medios privados, reemplazando redacciones enteras por periodistas afines, y limitando el acceso a frecuencias o licencias a medios críticos. Justamente, la emisora Klubrádió, una de las últimas voces opositoras en FM, fue retirada del aire con argumentos burocráticos.

Lo que dice la academia

Para el académico Brendan Nyhan, profesor de ciencias políticas en Dartmouth, el comportamiento de Trump representa una amenaza sin precedentes:

“Lo que vemos es un intento sin precedentes de silenciar los discursos desfavorables por parte del gobierno... Trump está intentando dictar lo que los estadounidenses pueden decir.”

La situación toma aún más gravedad si recordamos que Estados Unidos, a diferencia de Hungría, cuenta con una sólida tradición de libertad de prensa, protegida por la Primera Enmienda. Pero como advierte el analista húngaro Gábor Polyák:

“Incluso con ojos europeos, es aterrador ver cuán extendida está la autocensura en Estados Unidos. Desde Zuckerberg hasta ABC, todos se rinden de inmediato.”

¿Censura por anticipación?

No sólo se trata de censura directa. En muchos casos, empresas y medios parecen anticiparse al deseo de Trump. Es el fenómeno conocido como autocensura preventiva. CBS, Disney y hasta el Washington Post parecen haber tomado decisiones editoriales o legales alineadas con las expectativas del expresidente.

En 2024, Jeff Bezos retiró el respaldo editorial a Kamala Harris previo a las elecciones. También donó $1 millón a la inauguración de Trump. Por su parte, Meta (antes Facebook) suspendió temporalmente sus programas de verificación de datos después de amenazas por parte del entorno de Trump.

El brazo gubernamental: FCC en acción

En una demostración inquietante de cómo el poder ejecutivo puede presionar entidades reguladoras, el actual presidente de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), Brendan Carr, lanzó una advertencia pública sobre Kimmel: “Podemos hacer esto por las buenas o por las malas”, dijo en un pódcast conservador antes de la suspensión del comediante por parte de ABC.

La FCC, bajo Carr, también ha iniciado investigaciones contra cadenas públicas y ha influido en recortes de presupuesto impulsados por el Congreso a instancias del presidente.

Control global de los medios: no es solo en EE.UU.

Trump no es el único líder que ha aprendido del manual autoritario. Esto es parte de una ola más amplia:

  • Serbia: El presidente Aleksandar Vučić ha enfrentado críticas por campañas de intimidación contra medios independientes.
  • Rusia: Vladimir Putin eliminó toda prensa libre hace más de una década. Hoy, hasta un “Me gusta” fuera del discurso oficial puede resultar en cárcel.
  • India: Narenda Modi ha reprimido ferozmente a comediantes y satíricos por “ofender” símbolos hindúes o al partido en el poder. Kunal Kamra y Vir Das son solo dos de muchos perseguidos.

El patrón es claro: presión política, judicialización selectiva, y uso del aparato estatal como herramienta de castigo contra críticas.

La salud pública también como arma política

Recientemente, Trump anunció una nueva política para la asistencia sanitaria exterior que refuerza su enfoque transaccional con países receptores. Bajo esta lógica, EE.UU. firmará acuerdos bilaterales que condicionan la ayuda médica a beneficios directos para los intereses estadounidenses.

Esta estrategia no sólo desvía recursos de regiones críticas como África hacia países del Pacífico y de América Latina, considerados aliados geo-estratégicos, sino que también cambia el financiamiento de ONGs a gobiernos locales. El oficialismo argumenta que muchas ONGs “malgastan fondos”, aunque críticos señalan que se trata de cortar fondos a grupos que han sido críticos con la administración.

¿Una presencia militar en Bagram como moneda de cambio?

En otra movida controversial, Trump expresó su deseo de reocupar la base aérea de Bagram en Afganistán, citando su cercanía con China. Esto marcaría un retorno parcial al país que abandonó bajo su propio mandato tras un acuerdo con los talibán.

“Queremos recuperar esa base”, dijo Trump, insinuando que la necesidad talibán de legitimidad y ayuda podría facilitar una negociación. Lo hizo en paralelo a una reunión informal de representantes estadounidenses con funcionarios del gobierno talibán en Kabul, sin confirmar ningún acuerdo oficial.

Es evidente que esta estrategia no sigue un patrón diplomático tradicional; más bien responde a un enfoque netamente utilitarista y de oportunismo político para vender la idea de control frente a adversarios como China y Rusia.

¿Qué queda de la democracia estadounidense?

La pregunta necesaria en este contexto es: ¿hacia dónde se dirige la democracia en EE.UU.? Brendan Nyhan alerta que “la normalización de estas tácticas incrementa el riesgo de que se institucionalicen en futuros gobiernos.”

El papel de los medios críticos será vital en detener esta tendencia. Pero frente a amenazas legales, presiones regulatorias, y empresas temerosas de perder contratos con el gobierno o ser blanco en redes, la lucha se vuelve cuesta arriba.

Como bien resume Gábor Polyák, “en Hungría dejaron de resistirse cuando vieron que no había consecuencias. Si Estados Unidos sigue ese camino, puede perder algo invaluable: una prensa verdaderamente independiente.”

Este artículo fue redactado con información de Associated Press