Redibujar la democracia: el nuevo mapa electoral en Carolina del Norte y la ofensiva republicana
La nueva redistribución de distritos en Carolina del Norte plantea interrogantes sobre la representación racial, la estrategia política de Trump y la fragilidad de la democracia estadounidense
Una nueva batalla en el campo de la democracia
En octubre de 2025, un nuevo foco de tensión se encendió en la política estadounidense: Carolina del Norte se convirtió en epicentro de una disputa sobre la redistribución de distritos electorales para la Cámara de Representantes. En esta ocasión, el mapa propuesto por los republicanos a nivel estatal amenaza con alterar el equilibrio político del estado y, por ende, influir en la composición futura del Congreso de los Estados Unidos.
Este nuevo plan de redistribución llega en un contexto político cada vez más polarizado, con los republicanos buscando reforzar su control en el Congreso de cara a las elecciones de medio mandato en 2026. Pero el epicentro del escándalo es más profundo: el rediseño afecta de manera directa a Don Davis, uno de los tres representantes afroamericanos del estado, lo que ha encendido las alarmas sobre discriminación racial y gerrymandering político.
¿Qué es el gerrymandering?
El término gerrymandering hace referencia a la manipulación de los límites de los distritos electorales para favorecer a un partido político o grupo específico. Su origen se remonta a 1812, cuando el entonces gobernador de Massachusetts, Elbridge Gerry, aprobó un mapa distrital cuya forma recordaba a una salamandra. Desde entonces, el concepto simboliza una de las prácticas más cuestionadas de la política electoral estadounidense.
La mano visible de Trump
Lo que ha encendido la chispa de la controversia en Carolina del Norte es que el rediseño fue impulsado en respuesta directa a los llamados de Donald Trump, quien ha presionado a varios estados bajo control republicano para renegociar distritos con el fin de obtener más escaños. Trump, quien busca cimentar su influencia hacia las elecciones de 2026 e incluso ante una posible nueva candidatura presidencial, pretende con esto contrarrestar el margen vulnerable que su partido enfrenta actualmente en la Cámara.
Según estimaciones, el nuevo plano votado en el Senado estatal aseguraría 11 de los 14 escaños a los republicanos (frente a los 10 actuales), lo que dificultaría aún más que los demócratas consigan los tres escaños adicionales requeridos para recuperar el control de la Cámara de Representantes.
Protesta masiva ante el Capitolio
En respuesta, cerca de 300 manifestantes, funcionarios del Partido Demócrata y legisladores se congregaron frente al antiguo Capitolio estatal en Raleigh. En un ambiente de firmeza y promesas de resistencia, la presidenta del Partido Demócrata de Carolina del Norte, Anderson Clayton, declaró: “Sabemos que puede que no tengamos la capacidad para detener a los republicanos ahora mismo... pero estamos aquí para mostrar que la gente de este estado y del país entero los está observando”.
La manifestación también sirvió para denunciar lo que califican como una “rendición al trumpismo” por parte de los republicanos locales, quienes han reconfigurado el distrito de Don Davis de manera que pone en riesgo su reelección y, con ello, la representación afroamericana en el estado.
Implicaciones raciales y legales
Una de las críticas más duras al nuevo mapa es que se basa en criterios raciales. Don Davis, quien representa actualmente el distrito 1, predominantemente afroamericano, sería desplazado a un distrito menos favorable, con menor presencia de votantes demócratas y de minorías raciales.
Expertos legales y organizaciones como la NAACP han alertado que este tipo de modificaciones probablemente enfrenten demandas bajo la Ley de Derecho al Voto de 1965 por distritaje racial inconstitucional. En palabras de Allison Riggs, jueza auxiliar del Tribunal Supremo estatal y figura clave en casos anteriores de redistribución partidista, “el uso de la raza como criterio central en el trazado de los mapas sin una justificación legal solo desmantela nuestra democracia desde adentro”.
Una historia que se repite
Carolina del Norte no es ajena a controversias por mapas electorales. Ya en 2016, una corte federal determinó que los distritos diseñados en 2011 fueron resultado de “manipulación racial”. Luego, en 2019, un fallo estatal histórico calificó los mapas como “beneficiosos en extremo para un solo partido político” y ordenó su reconfiguración.
Esta evolución revela un patrón en donde ambas fuerzas políticas han intentado beneficiarse del trazado de límites electorales, pero con una creciente sofisticación y respaldo tecnológico. El uso de algoritmos, big data y perfiles psicográficos ha hecho de la redistribución un campo casi científico encargado de asegurar hegemonía legislativa.
Reacciones republicanas: el contraataque
Mientras los demócratas denuncian discriminación, los republicanos defienden su plan alegando congruencia con la voluntad electoral. Argumentan que Trump ha ganado Carolina del Norte en todas sus postulaciones presidenciales (2016, 2020 y 2024) y que, por ende, es legítimo ajustar los distritos para reflejar esa realidad.
El senador estatal y autor del mapa, Ralph Hise, expresó: “Es nuestro deber responder a este entorno. No podemos permitir que los estados azules dominen el control del Congreso con sus propios mapas amañados”.
Este argumento reclama una suerte de paridad táctica, afirmando que si los demócratas lo hacen en sus estados, los republicanos deben hacer lo mismo. El punto, sin embargo, omite que muchos estados controlados por demócratas han instaurado comités independientes para dibujar distritos, como en California, donde el proceso es supervisado por una comisión ciudadana mixta.
Rediseño nacional: ¿una nueva guerra fría electoral?
Lo sucedido en Carolina del Norte se enmarca dentro de una guerra nacional frenética por el mapa del Congreso. Desde que Trump instó a Texas a redibujar sus distritos durante el verano, la movida tensionó el ambiente con otros estados siguiendo su ejemplo. En respuesta, los demócratas en California aprobaron ajustes favorables, pendientes aún de votación popular en noviembre.
Esta dinámica ha encendido las alertas entre observadores internacionales y académicos, quienes advierten que Estados Unidos corre el riesgo de erosionar principios democráticos básicos como la representatividad proporcional y el derecho al voto equitativo.
Lo que está en juego
El rediseño propuesto no es solo un tema técnico o administrativo. En él se juega:
- La representación de minorías raciales, especialmente los afroamericanos en el sur de EE. UU.
- La integridad del Congreso frente a estrategias partidistas cada vez más agresivas.
- La percepción ciudadana de la democracia: estudios recientes del Pew Research Center muestran que solo el 26% de los estadounidenses cree que los funcionarios electos anteponen el interés público al partidismo.
- El control del Congreso en 2026, que decidirá la agenda legislativa para la segunda mitad del mandato presidencial y podría bloquear (o facilitar) iniciativas cruciales en temas como inmigración, salud o cambio climático.
Litigios a la vista
La aprobación final de la medida por la Cámara se espera en las próximas horas, tras haber sido avalada en el Senado estatal en votación partidaria. Pero el plan republicano podría ser llevado pronto a los tribunales.
Las primeras demandas se estarían preparando bajo la acusación de violaciones a los derechos civiles por alteraciones raciales en los límites electorales. Si se confirma que el rediseño tiene un efecto discriminatorio –lo cual puede demostrarse con datos electorales y demográficos comparativos–, los tribunales podrían ordenar la suspensión o incluso la reconfiguración de los mapas aprobados.
¿Y la reforma electoral?
El caso vuelve a poner en el centro de la agenda nacional la necesidad de una reforma profunda al sistema de redistribución. Organizaciones como el Brennan Center for Justice y Common Cause llevan años proponiendo comités independientes como solución a este problema estructural.
Sin embargo, la falta de voluntad política para confrontar estas prácticas desde el Congreso ha impedido consensos. Los intentos anteriores, como la Ley For the People promovida por los demócratas, se han estrellado contra los bloqueos en el Senado bajo la regla del filibuster.
El reloj corre
Con los plazos del ciclo electoral avanzando y el mapa de Carolina del Norte a punto de recibir aprobación definitiva, el pulso entre voto y estructura entra en un nuevo capítulo. La disputa ya no es simplemente entre dos partidos, sino entre dos visiones antagónicas de cómo debe funcionar una democracia.
Por ahora, la única certeza es la incertidumbre, y mientras miles protestan en las calles de Raleigh, el futuro de la representación política en uno de los estados claves de la nación se vuelve tan volátil como el clima político que lo rodea.
